Lo “Kolombia” o los “cholombianos” fue una subcultura que nació en la ciudad de Monterrey y que alcanzó su momento cúspide a inicios de la década de los 2000. Esta tribu urbana se caracterizó por un atuendo inspirado en los cholos estadounidenses, la pasión por la cumbia rebajada y el vallenato colombiano, y por sus singulares estilos de pelo. Más allá de cualquier género musical era su apariencia la que generaba asombro, burlas e incluso rechazo. Pues, en tanto, se temía a que pudieran pertenecer a bandas delictivas: creencia que acompañó su perecer justo cuando daba inicio la guerra contra el narcotráfico en México.
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En el año 2014 la fotógrafa y diseñadora inglesa, Amanda Watkins, publicó un libro con más de 150 fotografías en donde retrataba a los “cholombianos” con mucha empatía y admiración a pesar de haber sido una cultura marginal conformada en su mayoría por jóvenes de barrios bajos. Watkins se dedicó a documentar las expresiones estilísticas del movimiento y cómo fue que a través de fiestas, música y moda estos jóvenes enfrentaban la cruda realidad en la que se vivía -o se vive- en la frontera norte del país. La propia Watkins expresaba su fascinación por esta juventud al mismo tiempo que rechazaba el conservadurismo más rígido de la capital regiomontana, y fue ella una de las primeras artistas en articular el tema y agregarle mayor reconocimiento a este grupo de jóvenes.
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‘Ya no estoy aquí’ es la película del director mexicano Fernando Frías, que se encarga de mirar muy de cerca estos sucesos ocurridos a través de Ulises: un joven amante de la cumbia rebajada que se ve obligado a emigrar hacia los Estados Unidos tras un grave malentendido con un grupo criminal. Las nuevas circunstancias de Ulises lo forzarán cada vez más a añorar un pasado que se desvanece con rapidez mientras intenta conservar su identidad.
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La película ha generado buenas críticas en medios especializados. Ha sido nombrada como una de las mejores del año y ahora mismo ocupa el primer lugar de popularidad en Netflix México. Con el estallido del filme en redes sociales y las protestas en Estados Unidos por la muerte de George Floyd, han incrementado los cuestionamientos y debates que surgen al creer compartir un mismo espectro de clasismo y racismo. Es la violencia, en este caso el eje central de los sucesos coyunturales, lamentables, por supuesto, pero que sirven para dar voz a quienes no la tenían y para ensordecer a los que nunca escucharon por más que se les gritó. Quienes vivíamos quizá en la indiferencia de un asunto o cultura “ajena” a la nuestra, es esta la oportunidad de replantear nuestras convicciones con mayor sensibilidad y empatía.
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