“La gente no quiere ver ropa, quiere ver algo que desate su imaginación” Aparte de su legendaria herencia artística, el gran Alexander McQueen nos dejó estas palabras que no solo aplican a su obra, ahora también a la manera de entender la moda. Son buenos tiempos para la industria, al menos estéticamente hablando. Los límites del género se están rompiendo, la fragilidad masculina al momento de vestirse se esta haciendo cada vez menos sensible, etcétera. Un suceso que va más allá de ser solo una tendencia. Y es que, cada vez más y más marcas, han optado por ofrecer a sus consumidores prendas que, lejos de hacerlos ver que hicieron una gran inversión para adquirir alguno de sus productos, los hagan ver como personas divertidas e interesantes, incluso han preferido estos conceptos por encima de los fastidiosos cánones de belleza impuestos por décadas.
Las riñoneras o fannypacks son un perfecto ejemplo de esto: rescatadas y desempolvadas de los armarios de nuestros padres y abuelos, se han convertido en el objeto de deseo, el cual ha sabido mantenerse vigente adaptándose al cambiante ritmo de la mayoría de las tendencias. Este tipo de ítems podrían parecer simples y hasta absurdos para la mayoría, pero para los conocedores y verdaderos amantes de la industria es un símbolo que representa algo mucho más grande y que manda un poderoso mensaje: individualidad más allá de la imagen.
El efecto de esto ha sido que nos replanteáramos algunas viejas nociones, cómo la del lujo. Hace algunas temporada Louis Vuitton nos sorprendió a todos, hasta al mismo David Beckham presente en la front row, asociándose con una marca que nació en las calles del sur de Manhattan hecha para skaters: Supreme. Esto daría como resultado una de las colaboraciones más emblemáticas de la moda masculina y que, sin duda, pasará a los archivos históricos de la misma. Otra grata noticia que la masion francesa nos daría fue que, el marzo del año pasado y por primera vez en toda su historia, nombraría al primer diseñador afroamericano como director creativo de su línea masculina: Virgil Abloh, quien llegara para darle un nuevo rumbo a la firma y cuyo recibimiento por parte del público no pudo ser mejor.
Un caso más reciente de lo que sucede se dio entre Pierpaolo Piccioli de Valentino y Jun Takahashi, fundador y director creativo de Undercover, otra firma de streetwear. Ambos diseñadores colaboraron simultáneamente introduciendo una serie de prints inspirados en Edgar Allan Poe, los cuales aparecerían en la presentación de sus respectivas colecciones F/W 19.
Con la llegada del streetstyle las calles se vaciaron de pretensión y se llenaron de autenticidad. Lo mismo pasó en las pasarelas, en las que vimos elementos cotidianos llevados a otro nivel; como el bolso Saddle o el nuevo tipo de bolso, que no tarda en copar las calles: el bolso arnés. Ambos presentados en los últimos dos desfiles de Kim Jones para Dior.
Nada de lo descrito anteriormente se hubiera dado si no se escuchara lo que las personas tenían que decir. Ya no buscan verse hermosas a través de una marca, tanto como buscan ser vistos como individuos únicos e irrepetibles. Este concepto tiene un peso tremendo puesto que la moda siempre se asoció con la idea de pretender ser alguien que no eres, al menos para los ajenos a ella. Las firmas no deben dejar de prestar atención a esto, pues han sido testigos de que tanto hombres y mujeres no van a renunciar a no solo verse bien, sino sentirse bien.