Quién podría pensar que existe un lado oscuro de la moda, detrás de una industria llena de glamour, fiestas y una imagen de pulcritud ofrecida por las casa más importantes del diseño mundial. En este sentido, es duro reconocer que bien parecería que la misma moda es un personaje que juega varias caras, algunas ocultas y otras no tanto.
Es así como, de alguna forma, este personaje de mil rostros, siempre se las ingenia para seducir compradores y amantes que la veneren, haciéndolos olvidar, por un momento, aquellos grandes problemas que giran en su entorno como: la contaminación, el consumo masivo, el uso de pieles de animales y la explotación de su mano de obra.
Con la industrialización de la moda masiva del siglo XX y parte del XXI, la ropa ha adquirido diversos valores como la estética, la creatividad, la identidad, el empoderamiento y el negocio. En ese entramado de líneas que cruzan el concepto de moda, los recursos naturales y humanos se han visto perjudicados, dando como resultado un lado oscuro de la industria, que no solo se conforma con vestir a los individuos, sino que demanda sus recursos insaciablemente.
Por su parte, cuando se habla de la contaminación provocada por la moda, las miradas y los señalamientos apuntan hacia el fast fashion, cuando este no es el único factor. Las marcas de lujo también contaminan, aunque, en su mayoría lo ocultan bajo la imagen de una progresiva “disminución”.
Los estragos del fast fashion son calculables y medibles:
El “terrible” fast fashion o low cost es arbitrario,y no en todos los países ni estratos sociales aplica el “bajo costo” de los precios, sobre todo en regiones como Latinoamérica, donde a causa de las constantes devaluaciones del peso, tiendas como Zara, H&M y Pull and Bear, mantienen altos costos, lo que significa una gran diferencia de visiones con el resto del mundo.
De acuerdo con datos de ConTREEbute, según el World Resources Institute (WRI), producir una camisa de algodón consume 2 mil 700 litros de agua, además de apuntar que la industria textil genera el 20% de la contaminación industrial para este líquido.
Asimismo, según el informe Pulse of the Fashion Industry de Global Fashion Agenda y Boston Consulting Group se estima que, de acuerdo a las tendencias de consumo actuales y las perspectivas de crecimiento, el consumo de agua, las emisiones de CO2 y la generación de residuos aumentarán entre 50 y 63% para 2030.
El abuso
Los recursos humanos son otro factor cuestionable dentro de la moda rápida, pues la producción textil involucra al menos a 40 millones de obreros, de los cuales, alrededor del 85% son mujeres, en su mayoría menores de edad, que solo ganan dos dólares al día y laboran en condiciones deplorables.
El consumismo
Probablemente la madre de todos los males, el consumismo ha permeado no solo la industria de la moda, sino en muchas otras. En este espectro de consumir, la moda es cíclica pero para el marketing y la publicidad es lineal, pues se tiene que renovar dependiendo de los ideales, las tendencias y las aspiraciones de cada generación. Es como un circulo vicioso del que, de alguna forma, todos formamos parte.
Como todo producto, las prendas se deben vender, desde el sastre que confecciona personalmente los trajes, hasta la tienda dentro del mall. El dinero es necesario, y para obtenerlo existen muchas tácticas que Internet amplió en las últimos años. Así, Influencers, Tiktokers, celebridades, famosos o personas que posean gran capacidad de convocatoria, son los elegidos para abanderar las campañas y mensajes comerciales, volviéndose prendas de deseo y aspiración.
Es preciso decir, que este proceso de publicidad y venta no es fijo, pues cada cierto tiempo cambia, propiciando una cadena casi interminable de consumo. Y esto tanto para tiendas de fast fashion como para las de lujo y diseño exclusivo.
Las marcas de lujo
Estas insignias se han vuelto símbolo de orgullo, estatus, exclusividad, elegancia, renombre, historia y calidad para quien las porte. Y esto no es malo, pero sí lo es el lado oscuro que poseen detrás de su fabricación, pues tras bambalinas de las bellas campañas en lugares caros, las vidas felices, el dramatismo y la opulencia, las grandes casas de moda, suelen esconder un proceso manchado de sangre y violencia.
En este sentido, el uso de pieles es su principal delito. En Hollywood de los años 40 y 50, las pieles reinaban entre los abrigos y bolsos como la máxima expresión de estilo y elegancia, a costa de animales como: el visón, el cocodrilo, la pitón, el becerro y los conejos.
En la actualidad el tema gira en toda una controversia, pues ya no está bien visto su uso natural y sobre todo con los nuevos avances tecnológicos, los cuales han facilitado la producción sintética de pieles o telas, que se asemejan a las reales.
El legendario diseñador Karl Lagerfeld era un amante de las pieles y nunca lo ocultó, a pesar de las críticas. Aunque decía sentir empatía con los movimientos en contra del uso de las pieles en la moda (especialmente PETA, que ha llegado a irrumpir en desfiles) Lagerfeld argumentaba que, si la gente dejaba de comer carne o de usar estos materiales se perderían muchos puestos de trabajo. Así que en vida, nunca dejo de usar las pieles en sus colecciones para las firmas en las que trabajaba como: su homónima: Karl Lagerfeld; Chanel y Fendi.
Pero esta no ha sido al única polémica; Louis Vuitton y Christian Dior, ambas empresas pertenecientes al conglomerado LVMH, estuvieron envueltas, hace unos años, en un escándalo, cuando importaron productos de animales protegidos, que fueron descubiertos por el Departamento de Pesca y Vida Silvestre de EEUU.
De esta forma, las marcas de lujo se debaten entre seleccionar algunas pieles, eliminarlas o moderar su uso, especialmente en el cuero. Bottega Veneta, por ejemplo, sigue usando el cuero, combinándolo con otros tejidos menos dañinos para el medio ambiente, al igual que hace Fendi.
En definitiva, como toda industria, en la moda no todo es color de rosa y de alguna forma todos contribuimos a ello, siendo las empresas o conglomerados las que principalmente dañan el medio ambiente. Las acciones para erradicar el uso desmedido de la moda son varias, solo queda hacer conciencia sobre la utilización que le damos, así como poner en la balanza los puntos en contra o a favor, así como las repercusiones a largo plazo, y solo así, tal vez pongamos un punto final a la explotación de recursos materiales, naturales y humanos.
Referencias:
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