Emporio Armani se Desata: Glamour Salvaje y Brillante en un festín Sin Límites
¡Wow! Jamás había visto un Armani tan salvaje, intrépido, ermitaño y refinado en un festín que alaba el espíritu varonil que desafíe e inspire en una despiadada odisea de colores, brillo, estados de ánimo, climas sin algún restrictiva omisión de estilismo tradicional.



Fue un amplio y corrosivo ejercicio que demostró su potencial al límite del espacio-tiempo. Su carácter valeroso y audaz, desafiaba las normativas de vestimenta, que algún momento se apropió y mejoró con una libertina visión. Su espectáculo abarcaba una temática sobre cómo el hombre enfrenta las tempestades de la vida, jugando con sus propios códigos sartoriales y bien, traer un acentuado flow extravagante y brillante a la temporada, con un aniquilador camuflaje.



La primera parte fue increíblemente extraña. Dedicada al espíritu aventurero, nómada y temerario. Aquellos rechonchos, oversize abrigos, arropados en una calidez glacial, eran teñidos por mezclas provocativas que dejaban fulgurar el magenta, púrpura y mostaza. De ahí, los lívidos y perfeccionados trajes anchos de tres piezas, con un filoso swag de los ‘40s, pero lúcidamente contemporáneos con sus ajustados tejidos y extrovertidos estampados animalescos con un aspecto desgastado.



Lucían sexys al pigmentarse con guepardo, cuadros, brillantes y finas rayas. Eran sensuales y cortantes la mayoría de sus chaquetas utilitarias de gran tamaño, notoriamente, pesadas a simple vista, aunque con una bulliciosa riqueza material. Esta animosa exuberancia, cada parte de ella, merecía su propio titular. Ciertamente, el armario de Ken, luce aburrido en comparación con el espectáculo afrodisiaco con tantos tapices jacquard, galantería voluminosa tan auténtica como el divino terciopelo adornados con una resplandeciente pedrería.



Este destellante arranque gótico-militar-bohemio-mafioso lleno de suavidad, estructura, arte y delirios por el ayer, es descaradamente vanguardista y lujoso.






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