La primera vez que escuché el término “feminismo” me quedé sin palabras, pues jamás lo había escuchado, es más, no me imaginaba todo el trasfondo sociológico e histórico que éste cargaba. 

Es importante decir que, como hombre, en un primer contacto con el feminismo, es incómodo, te sientes atacado, con nula participación, con cero representatividad, pero es por la forma en que hemos sido socializados, nos educan para “ser el líder”, “hablar con voz firme” y todas las demás metas dentro del ideal de la masculinidad.

Con el paso del tiempo y estudio del tema pude darme cuenta que esta “representatividad” jamás existirá, pues el Feminismo es un movimiento de mujeres, por mujeres y para mujeres, nuestra participación dentro de él no es requerida, vamos, que como hombres nunca hemos tenido que luchar por nuestro derecho a voto, a una educación, libertad económica o equidad salarial solo por el hecho de nacer hombres, nacemos con ese derecho, y si un derecho no es para todos, entonces es un privilegio. 

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Fotografía: José Toscano

Autoproclamarte Feminista es tan erróneo como ser heterosexual y proclamarte parte de colectivo LGBTTTIQ, ser una persona caucásica y proclamarte negro, pues las segregaciones que estos grupos minoritarios (y no me refiero a la cantidad) han experimentado son muy personales y atañen a un contexto específico.

Simpatizar con el movimiento y ser parte de él son dos cosas diferentes, puede que levantes la voz ante una situación machista, pero eso sería hacer lo correcto, no ser feminista, nosotros no hemos hecho grupos organizados en contra de los feminicidios, ni levantamos tendederos de acoso por parte de los profesores, sin darnos cuenta, somos un fragmento del problema, pero también de la solución.

Es importante tener esta plática pues, aunque mantengas una postura de “quiero saber más sobre el feminismo, pero ellas no están dispuestas a enseñarme” caemos en una práctica micro machista, ellas están demasiado ocupadas día con día para hacer notar el problema, organizándose políticamente como para frenar sus actividades y explicarte a ti, hombre, de que va el problema.

Por eso, de hombre a hombre quiero resaltar unos puntos:

  • No ser feminista, no implica no poder hacer nada contra el machismo, pues tenemos espacios de acción, desde lo privado hasta lo público.
  • Cuestiónate la mayor parte del tiempo posible, con respecto a tus actitudes y comentarios.
  • El decir “tengo madre, hermanas, etc.” no es un argumento, pues solo demuestra la falta de empatía con los problemas de los demás. 
  • Deconstruye el ideal de la masculinidad, que es tóxico e inalcanzable, pues el perseguirlo nos lleva a reproducir actitudes machistas, como “los hombres no lloran”, “para que te respeten tienes que hacerles saber quién es el jefe” y así muchas otras frases.

Puede que estos comentarios no reflejen la magnitud del problema ni todas las soluciones que podemos alcanzar juntos, pues la responsabilidad de cada uno es cuestionarse para entender nuestros privilegios y cómo actuar con ellos en lugares dónde nuestras compañeras no, levantemos la voz, pero desde nuestra trinchera, tomemos como tarea primordial el crear nuevas masculinidades, que solo nos encasillan como género.

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Fotografía: José Toscano

Adrián Páramo es estudiante de relaciones internacionales y de japonés, le gustan los temas sobre movimientos LGBTTTIQ y ahora es colaborador de #BADHOMBREMagazine.

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