En una época en la que toca deconstruir rígidos conceptos o creencias tradicionales, la definición de elegancia no podría pasar desapercibida, armando todo un debate en torno a quién es o no elegante. Es por eso, que para desmenuzar lo que rodea esta palabra, habrá que preguntarse ¿qué vuelve a un hombre elegante en 2022?
Dados los cambios de ideologías progresistas para una mejor sociedad, el género masculino es continuamente cuestionado sobre su rol en la misma, sin embargo, la elegancia siempre ha sido parte importante de los valores inculcados en los hombres, mismos que, aparentemente, la sociedad demanda proporcionalmente igual que en las mujeres. Razón por la cual, las denominaciones “caballero” o “dama” eran referentes de elegancia, respeto y posición social.
En este sentido, la elegancia es un concepto que abarca desde lugares, sonidos, cosas y personas. Para el diccionario, “elegante” es aquello que está dotado de gracia, nobleza y sencillez. Esto, se traduce en la pertenencia de buen gusto y distinción para vestir. Así, se dice que revela distinción y refinamiento.
La palabra elegancia deriva del latín eligere cuyo significado es: escoger, elegir. Y como la elección es propia de la obra humana, es por eso, que se le atribuye originariamente la elegancia; y así, se habla de un “talle elegante”, de un “andar elegante”, de un “gesto elegante”.
Pareciera que con estas distinciones no hay nada oculto bajo del sol, pues aparentemente queda muy claro, sin embargo, estas definiciones son amplias y subjetivas, tanto, que llegan a contener varios grados de clasismo, dado que el buen gusto, es atribuido solo a lo “lindo”, “pulcro” y “limpio”, descripciones que no suelen ser asociadas a los estratos o clases sociales bajas, lo cual, no es necesariamente cierto.
El filósofo y ensayista José Ortega y Gasset, reflexionó en sus diferentes textos acerca este tema, decía que la elegancia era también una cualidad del alma:
“Es una sutil calidad, gracia, virtud o valor que puede residir en cosas de la más variada condición”, escribió. “En la matemática hay soluciones elegantes, y en la literatura, elegantes expresiones. Pueden ser elegantes ciertos utensilios y manufacturas humanas, la forma de un jarrón, la línea de un automóvil, la fachada de un edificio, el gálibo de un yate, el corte de un vestido. Pero también son elegantes ciertas cosas de la naturaleza, el perfil de una serranía, el álamo en forma de huso, la planta de un caballo o de un toro.”
Por su parte, Carolina Herrera dijo alguna vez que el dinero no va a con la elegancia, haciendo énfasis en que, aunque las personas se vistan con prendas de lujo, no garantizan su elegancia, por el contrario, alguien con poco dinero sí puede ser elegante.
Giorgio Armani, diseñador de moda y referente mundial de la elegancia, dice que: “La elegancia es la coherencia. Si no sabemos mirarnos, nunca lograremos ser coherentes. Somos lo que somos, no lo que nos gustaría”. Apelando a la autenticidad, libertad y confianza.
Ambas posiciones no privilegian el poder del dinero per se, pero es necesario decir, que el dinero brinda o facilita herramientas conductuales del entorno, que propicien el aprendizaje para adquirir esa “elegancia occidental” que hemos internalizado como propia.
Conviene subrayar, que la idea de elegancia sofisticada es herencia de una visión eurocentrista, donde la clase, el refinamiento, pulcritud, belleza, educación, desecha todo lo que no sea agradable fuera de la visión caucásica adinerada.
Desde la perspectiva de la industria de la moda, en muchas ocasiones, se impone de forma violenta, permeando la mentalidad de cada cierto tiempo, lo que contradice un principio de la elegancia, la libertad, característica que la vuelve atemporal. Ese es el eje de la actitud elegante. Así, la elegancia es independiente de aspectos externos, como la ropa, la anatomía del cuerpo, o el dinero.
Por ejemplo, la elegancia no radica en el tipo de tenis o zapatos que vistas, sino en el modo de vestirlos; un modo que ha de ser creado de forma libre y continua por el sujeto. Por esa razón, esta no debe impedir la movilidad, sino permitir un juego dinámico con el mundo social, para que pueda ser tratado y contemplado.
La razón de la elegancia en nuestros días, engloba el vestir adecuadamente para cada contexto, y con la libertad que amerita un estilo propio, pero además de eso (como en el pasado) también se le adjudican valores sociales como: la disposición, la atención, la amabilidad, el respeto, la cordialidad, y sobre todo, ser consciente del espacio que se ocupa en un lugar; lo que se traduce en comodidad.
Opiniones respecto a la elegancia hay muchas, baste como muestra, quienes piensan que ser elegante es una cualidad de nacimiento, que no se aprende ni se imita, se hereda.
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Asimismo, hay quienes aseguran que la elegancia, en cuestión de la moda, tiene la posibilidad de aprenderla, pulirla y explotarla; eliminando o añadiendo accesorios, prendas, colores y texturas a la ropa que lleves en determinadas ocasiones. Siempre aludiendo a un look más clásico y atemporal.
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