La vida personal de los diseñadores más famosos del mundo, en ocasiones es una verdadera novela dramática, donde las enemistades, pasiones y la fama son el pan de cada día. Baste como muestra, el capítulo que protagonizaron los míticos genios de la moda Karl Lagerfeld e Yves Saint Laurent, debido a la discordia ocasionada por un hombre: Jaques De Bascher.
Y aunque esto no es una novedad, (al menos para los amantes de la moda y los chismes alrededor de ella) el hombre en cuestión y lo que significó tanto para Lagerfeld como para a Laurent, esta polémica, sigue siendo fascinante, adictiva y un caldo de cultivo para la cultura pop.
Jaques De Bascher fue un dandy, en toda la extensión de la palabra, en un momento en el que no era tan común este estilo de vida. A más de 30 años de su fallecimiento a causa del SIDA, De Bascher es una figura enigmática y fuente de inspiración para detallar su vida a través de biopics, biografías y el estilo.
“Con 20 años cambió su gabardina y sus jerseys de pico por pantalones tiroleses, blusas de seda y chaquetas floreadas. Comenzó a leer a Huysmans y a Montesquieu; a expresarse con lenguaje rimbombante y anacrónico, y se mudó a París dispuesto a ejercer de muso y de alma de todas las fiestas. Como cualquier dandi de los siglos XVIII y XIX, nunca quiso trabajar, sino vivir consagrado al hedonismo y al culto a la belleza” Leticia García, El País.
Karl Lagerfeld
“Se dice que fue mi novio, pero no es cierto. Era la persona más divertida y distinta a mí que he conocido. Salvaje, chic y divertido. Tenía todos los defectos y todas las cualidades. Para mí era divino, pero otros lo encontraban diabólico”, Lagerfeld.
Se dice que se conocieron en Le Sept, el club de moda del París de la época, y al día siguiente, De Bascher ya viajaba a la casa de verano que Lagerfeld había alquilado en Saint Tropez. Desde 1973, no se separaron durante más de 15 años. En esa década y media, Karl cambió de estilo, de trabajo y de amigos, pero De Bascher siempre estuvo ahí, viendo cómo el diseñador se encaprichaba de Anna Piaggi, de Antonio López o de Pat Cleveland y cómo, con el tiempo, iba alejándose de ellos.
“Jacques de Bascher, cuando era joven, era un diablo con el rostro de Garbo […]. Se vestía como nadie más, estaba a la vanguardia de todo el mundo; me hacía reír más que nadie, era lo contrario a mí. También era imposible y despreciable. Era perfecto”, así lo describió Lagerfeld en la biografía de Jacques de Bascher, Dandy a l’ombre, de Marie Ottavi.
Yves Saint Laurent
Como bien dicen, el mismo hecho impacta de diferente forma a las personas y eso fue lo que sucedió para Laurent. Si para Lagerfeld fue una historia tórrida, enfundada en extravagancia y aventura, para Saint Laurent, su convivencia con De Bascher fue parte aguas para desatar sus problemas mentales y de drogadicción.
La historia de Saint Laurent y De Bascher comenzó cuando acudía a los desfiles de Saint Laurent junto a su comitiva de modelos y artistas, así como a sus fiestas de cumpleaños, acciones por las que, aparentemente, Lagerfeld nunca movió un dedo o mostró algún desacuerdo, pese a que ambos grupos, apenas y se mezclaban en eventos.
De esta manera, era un secreto a voces que Yves y Jacques mantenían una relación. Un tipo de relación que terminó por influir negativamente al diseñador, pues resultó en una obsesión que duró tres años, mismo tiempo que terminó por orillar a Laurent a recaer en varias crisis depresivas que lo mantenía siempre en la cuerda floja. Así, su relación con el dandy, hizo que se reencontrara con las drogas, el alcohol y las pastillas, desencadenando uno de sus peores desequilibrios emocionales y físicos.
De acuerdo con El País, Pierre Bergé, otro de los grandes amores de Yves por esa época, “decidió marcharse de casa. Años después, Bergé no soportaba tenerle cerca. Si se cruzaba con él, le llamaba gigoló, pedía que lo echaran del local y desacreditaba (siempre de forma implícita) la labor de Lagerfeld.”
Sin embargo, entre tanta oscuridad, la influencia de De Bascher sobre Saint Laurent, en cuando a moda se refiere, fue fructífero, pues firmó algunas de sus mejores colecciones; perfeccionó y reformuló su esmoquin; jugó con las transparencias, se adentró en el orientalismo y culminó su exploración creativa con una colección dedicada a La Ópera y los Ballets Rusos en 1976.
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