Casi el paraíso, es una obra literaria del siglo XX, escrita por Luis Spota. La adaptación del director Edgar San Juan, a una de sus obras literarias preferidas de la adolescencia, parece matizar aquella incoherente, socialité mexicana con una historia repetitiva que insinúa la jugada en contra que suelen utilizar los mentirosos por obtener lo que tanto anhelan. La trama central nos ofrece la letal perspectiva de Ugo Conti (interpretado por Andrea Arcangeli) quien siendo hijo de una prostituta de Nápoles, pudo estafar y aniquilar las fortunas de otros ricos, utilizando su torso esculpido por divinidades grecorromanas y refinados ademanes, mismas que tendría un puritano conde vagamente como MonteCristo, pero no existe una venganza, más bien, es amparar el pellejo.
El destino ha sido cruel con este personaje, quien ha buscado insaciablemente, fortuna y confort, toda su vida La supervivencia adulta de Ugo, se convalece ante una niñez problemática. Este Mr. Ripley o gigoló a la boloñesa, es hábilmente guapo y refinado. Su aspiración por ser alguien rico, lo mantenía cuerdo, pero infeliz con su dama en turno, ósea, su sugar mommy Liz. La interpretación de Arcangeli, fue natural y legítima. Es convincente al mostrar el porqué actúa así. Su suerte es predecible, aunque embrollada en la manera que consigue estabilidad. El amor no parece influir en sus decisiones, pero titubea su presente – interfiere en la frialdad de su ser, con viejos amores reencontrados, Frida Becker (interpretada por Esmeralda Pimentel) – y sus planes se van al caño. El liminal sentimentalismo lo arruina todo, parece huir de él, pero este lo mangonea, fácilmente.
De primera instancia, es un film altamente presupuestado. No existe una artificialidad sosa que manche la integridad artística y se completa exponiendo con mayor detalle las perspectivas visuales y físicas que rodean a los personajes. Es lindo mostrar la sazón arquitectónica y cultural de Italia y México. Es más innovador presentar un lado europeo no tan glamuroso, pero esa rusticidad se acopla al jovial e inocente romanticismo de Ugo y Frida. En el caso mexicano, era obvio demostrar la riqueza ilícita de los altos funcionarios en la contemporaneidad, tratando de imitar las costumbres del viejo continente. Conti encaja con su seductora aura, al instante. La pulcritud social que inventa y forja de la mano de su padrote, Francesco de Astis, es un imán que toda la sociedad mexicana adora de un extranjero, más si es aristócrata de sangre azul.
En la era de la postverdad, nada se extralimita. La sátira política es divertida con la interpretación de Miguel Rodarte, como el áspero y tornadizo candidato a la gubernatura de Oaxaca, Alonso Rondia. Vive frustrado que otro espécimen como el, sea más astuto en el juego de poder y que sus inferiores, entiendan que la competencia es tonta y mejor fanfarronear y adulan al supremo. Se percata que sus comportamientos y actitudes, coinciden con las verídicas de aquellos ex-mandatarios que fueron importantes mofas en sus mandatos. Alonso demuestra que el poder, si te corrompe e incluso, aprovecha cada favor que hace. Nada es gratis en su jurisdicción, ni el presidente se salva de sus extorsiones y crímenes. Supo utilizar al conde, ya que el europeo proveía una higiénica salubridad a su imagen manchada por escándalos, sin embargo, sus aspiraciones se limitaban a un estado y un parque temático. Era arbitrario de sus intereses, ardiente por su sinceridad nata y sin límites de restricción. Ni su clasismo, le salvó de ser rebajado y extorsionado por sus víctimas o la quebradiza fatalidad que sufrieron sus copas, que ni el propio Tzar Nicholas, disfrutó.
Otro punto destacable, es la utilización de frases típicas. Por primera vez, son deducibles y encajan con las situaciones primorosas y trágicas. Es chistoso que Ugo se exprese con groserías mexicanas, lo hace ver tan encantador y torpe. Es el italiano más mexicano, que se impregnó drásticamente en lo segundo, por actos consecutivos mal logrados.
Los flashback eran buenos hasta cierto punto, aunque te revoloteaban la mente – creías que veías una continuidad escénica y no era así. Es factible que manejan un plácida austeridad que justificara la ambición y perdición de Ugo. Comprendes que su refinado entrenamiento, fue eclipsado por el peso mexicano. Su avaricia incluía remolcar un pasado demasiado rastreable. No pudo contener a sus adversarios, al igual que Alonso, no comprendieron que su poder era muy ineficazmente limitado. Tuvo que investigar y desconfiar un poco de quienes lo rodeaban.
El debut de Karol Sevilla en el cine, fue asertivo. Los rasgos propios de la actriz, intuían que era su base para caracterizar una personalidad bobamente acomodada. Nos presentan a Teresa, una niña consentida y felizmente superficial, al presumirnos con una mordaz transparencia, el elitismo político que la rodea. Enamorarse perdidamente del conde, fue abrupto, pero demuestra la lucha interna de gustarle a alguien que difícilmente, se fijaría en ti. Ella con su terquedad y esfuerzo, consiguió que el conde la mirara, sin embargo, aquel farsante quería su legado monetario. Expresa la absurda obsesión que existe al enamorarnos sin la llama de una pasión mutua.
Aquella escena de Teresa donde ejerce una presión amorosa al masturbar a Ugo, impresionantemente, demuestra su objetividad. Fue la parte que más risa generó, con un orgasmo dolorosamente cómico. Sevilla es arriesgada y no una tímida chica Disney, es salvajemente práctica y chispeante. Es adorable el estresante berrinche de Teresa, que padece al quedar embarazada y efectivo. En su cuento de hadas, es amarrada a una felicidad cargada por el futuro heredero del linaje Conti – gracias una visibilidad que perjudicó la carrera de su papá y sujeto a Ugo a un justo castigo matrimonial. Es adorable el estresante berrinche de Teresa que padece por quedar embarazada, además es su boleto para disfrutar una vida, lejos de la opresión familiar, misma que adora, genuinamente.
Visualmente, es lindo mostrar la sazón arquitectónica y cultural de ambos países. Es más innovador presentar un lado europeo no tan glamuroso, pero esa rusticidad se acopla al jovial e inocente romanticismo de Ugo y Frida. En el caso mexicano, era obvio demostrar la riqueza ilícita de los altos funcionarios en la modernidad urbana. La genial elección de agregar canciones tanto significativas en distintos idiomas, transfigura y captura una escénica llamativa e interesante de admirar. Respeta el enlace cultural que naturalmente, describe el trasfondo de cada personaje.
Un contraste hábilmente planteado, fue la participación femenina, en específico, la lección de vida que no podemos distinguir al encapricharnos por un amor dañino y perjudicialmente fatídico. Es maravilloso que Frida se escogería y cerrará un episodio de su vida, dejando amarrado a Ugo en aquel burdo secuestro y al mismo tiempo, ver cumplir dichosamente sus causas sociales, mismas que nunca olvidó, al ser casi persuadida por un gran amor, que la llevaría a una tragedia y continuar trabajando con un político tibio. Disfrutar del romanticismo solitario de Italia, ricamente afortunada en un bienestar tanto económico como sentimental, es placentero. Becker fue la única que ganó legítimamente en la historia.
Tal audacia de Ugo, fue fortuitamente castigadora, llena de recompensas amargas. La santísima farsa aristocrática, revela que los inocentes avariciosos ganan, pero pierden lo que más aprecian. La boda entre Ugo y Teresa, es un mal de amores consumado por la impulsividad, que emana un destino nada feliz, en compas de la ‘maldita primavera’ – resumiendo su boyante desgracia.
La narrativa cae en el patrón que veredicta que ser un estafador en estos tiempos, ya no es un negocio rentable de fiar. La misma tecnología que permite fanfarronear una ventura material, te delata. No puedes engañar a nadie, a menos que seas un hacker eficiente y desconocido.
El rotundo éxito de Casi el paraíso, permea en su adaptabilidad a los nuevos tiempos. Encaja con las normativas y reglas que circulan en una sociedad ágilmente ingenua. Cristaliza la horrenda realidad que padecemos los mexicanos y asimismo, la nula paciencia que destruye a los avaros con un infalible humor negro. Demuestra que el estafador siempre terminará estafado. Emplea una trama con actores virtualmente magníficos y sarcásticos, que agradan a un público consumidor, reforzando su estatus en la cinética con la apacible originalidad de Sevilla, Pimentel, Rodarte y Arcangeli. Su transmitido realismo a la ficción literaria, impulsa que se convierta en una película digna de ver, nuevamente en un otoño ardiente.
PUBLICAR COMENTARIO