Como siempre en los mejores eventos, estuvimos en la presentación de la última colección masculina de Loewe (ok, yo no estuve ahí, pero nuestro EIC sí) y una vez más el director creativo de la marca, Jonathan Anderson, hizo del savoir faire de sus talleres madrileños el punto germinal para la colección de otoño-invierno de este año. La cosa con marcas de este calibre es que la calidad imaginativa del diseño que ofrecen no siempre tiene que ver con la calidad del trabajo involucrado para la confección de las prendas (¡hola, Nadège Vanhee-Cybulski de Hermès!) y, viviendo en la era digital obsesionada con la imagen en la que vivimos, ese desbalance puede costarle puntos a la marca ante millones de clientes potenciales. El caso con Loewe es muy particular por dos razones: la marca es española y tiene base y talleres en Madrid que, como todos sabemos, no es ni de cerca una capital importante de la moda y, más relevante, cuenta con el diseñador más importante de su generación a su mando desde el 2014.

Dentro de la vasta imaginación de Anderson, su modus operandi para la marca viene desde adentro porque su admiración por los talleres y su labor ordenan la línea del diseño. Este approach, poniendo lo técnico y los materiales al servicio de la curiosidad imaginativa del diseñador, hizo de Loewe una marca de culto dentro del sistema de la moda, poco a poco colándola al imaginativo comunal como algo a lo que aspirar. Piensen un poco en los primeros años de Marc Jacobs en Louis Vuitton cuando empezaron a producir colecciones de moda.

Para esta temporada, Anderson y su equipo siguieron la línea estilística ya impuesta en la marca y produjeron otro home-run de piezas rústicas y lujosas para llenar sus crecientes tiendas y puntos de venta para la posteridad —porque estas son de ese tipo de prendas para toda la vida.

Aquí unos highlights:

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El sentido bruto del diseño más la calidad del tratamiento de los materiales es atractivo para clientes de cualquier generación. La inmediatez del diseño lo hace un clásico instantáneo.

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El leitmotif de esta temporada son los nudos. Incorporados a una camisa blanca no sólo le dan un aire lúdico, también la elevan como un ítem de colección para el futuro.

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La puzzle bag es el best seller de la marca desde la llegada de JW Anderson. En su color original, con sus nuevos charms y una asa gruesa la masculinizan por si, no sé, necesitáramos una razón más para quererla.

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¡Los charms! Esta temporada son de cerámica, en forma de ardillas, búhos y pelotas de rugby. Otros clásicos instantáneos.

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Esta camisa, la estrella de la temporada, fue quizá la prenda más fotografiada de la corrida de colecciones de París. Sus colguijes de barro en forma de cazuelas, macetitas y jícaras refieren al realismo mágico que pretende exudar la marca. De alguna manera el cuello redondo suaviza el look. El color blanco es el lienzo perfecto. Una pieza de ingeniería impecable.