Tal vez suena obvio, soso e incoherente hablar sobre cómo las grandes casas de lujo, centran su ágil e increíble marketing entre celebridades y estilistas. Pero es inevitable no fijarnos en la vivida evolución de la moda masculina, cuya imaginativa es más provocativa, espectacular y determinada.
Tales asociaciones son beneficiosas para ambas partes sedientas por ganar. Harris Dickinson en Prada, Drew Starkey en Loewe, Paul Mescal en Gucci, Cooper Koch en Giorgio Armani, Austin Butler en Saint Laurent … Estos intrépidos y audaces ejemplos que marcan una dinámica pauta sobre cómo los novios de internet, generan revuelo no solamente por su belleza, más bien, por reivindicar la masculinidad con su carisma, virtud y estilo. Es rentable escoger personas que sean de interés público como embajadores temporales, imponiendo looks virales de pasarela en ellos, mismos que no cualquier actor escogería. Generas alcance, entusiasmo y dejas que las redes sociales se encarguen del resto.

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Los ‘It boys’ reflejan un nuevo paradigma cultural y social. Esa maniática dependencia por vestir a los nuevas gemas descubiertas de Hollywood, provoca un noble entendimiento hacia cada uno, dándoles la oportunidad de moldear y expresar su identidad en sus prendas como los icónicos slutty shorts pijama o trajes clásicos de noche skinny llevados con un tono más andrógino y deportivo como Timothée Chalamet, portando sneakers Nike con finos blazers. Son personas que se adaptan a los volátiles y revolucionarios cambios de imagen y los lucen con una confidencialidad muy fortuita e intrépida. No se quedan estancados, propulsan contenido y desestabilizan exitosamente el algoritmo.



Claro, las marcas aprovechan el séptimo arte como un medio indirecto para sus ventas. Todos observan y critican los espectáculos de las red carpets . El público objetivo al que tanto quieren convencer, pueda notar estos giros con superficialidad, pero la virilidad de esta generación es más deseable e incontrolable. Tal paradigma es atractivo si existe un armonioso balance entre el portador y el diseñador. No funciona el ideal de la relevancia si las creaciones expuestas son anticuadas, obsoletas y cero reinvención. Pero en la mayoría de los casos, tal cadente estrategia funciona (Valentino y Thom Browne).
El lujo se está desvaneciendo y convirtiendo en una banalidad. Si necesita recuperar sus estatus, puede confiar en ellos. Al final, todos requieren ser mencionados y vistos.

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