¿Para qué o para quién nos vestimos?
Durante el confinamiento, quienes pudimos quedarnos en casa o seguir con su trabajo a distancia, vivimos días en los que probablemente no invertimos mucho tiempo en arreglarnos o al menos no de la manera en que solíamos hacerlo cuando teníamos que ir a la escuela o al trabajo. Así, hasta la fecha, hay personas que aún realizan sus actividades vía remota o bien, adaptaron para siempre esta forma de laborar, a lo cual estamos seguros, más de uno se pregunta “¿para qué nos arreglamos? ¿qué sentido tiene si nadie me verá?”
En primer lugar, es necesario hablar sobre el papel de la vestimenta dentro de las dinámicas sociales, por qué es tan importante hacerlo, más allá de su función “natural” de cubrir el cuerpo.
En este sentido, el sociólogo Pierre Bourdieu menciona en “Meditaciones Pascalianas y El Sentido Social del Gusto”, que en el campo social, cada persona ocupa un espacio y de acuerdo con esa posición, actuará investida de poder simbólico. Ese tipo de poder está dado en relaciones con otros; relaciones legitimadas por el conocimiento y reconocimiento de esos otros.
Así y hablando específicamente de la moda, las personas buscan vestirse de una determinada manera o con cierta marca para establecer una distinción, buscando el reconocimiento del gusto de lujo, mismo que les permite acceder a ciertos estatus y de esta forma acentuar el prestigio que les da estar en ese nivel.

Por otro lado, los detractores de la moda siempre argumentan que la ropa es solo una “fachada”, una apariencia falsa; argumento que no es del todo incorrecto, porque sí tiene la capacidad de convertirse en una cortina y no un reflejo de la esencia de quien la porta. La “fachada” funciona regularmente como un modo general y prefijado para definir la situación con respecto a quienes observan. “La fachada, entonces, es la dotación expresiva de tipo corriente empleada intencional o inconscientemente por el individuo durante su actuación” (Goffman, 1971:34).
De esta manera, la indumentaria compone lo que Goffman denomina “fachada personal”, misma que se divide en apariencia y modales. “La apariencia se refiere a aquellos estímulos que funcionan en el momento de informarnos acerca del estatus social del actuante” (Goffman, 1971:36) dando a conocer inconscientemente, su estatus (trabajo, edad, género, actividades sociales, recreaciones y más).
Pero entonces, ¿qué ocurre cuando no salimos y no tenemos que demostrar nada a nadie? Ahí, es precisamente donde nos cuestionamos el sentido de vestirnos, situación que va más por un camino psicológico que social. A través de la ropa, también vivimos experiencias estéticas de placer, alegría y satisfacción. Mediante la elección de nuestra vestimenta, nos llegamos a sentir más guapos, atractivos, elegantes y sobre todo, confiados, algo que cumple con una clara función estética.

De acuerdo con esto, vestirse implica algo que va más allá de buscar la aprobación de otros; implica un acto de amor propio y aceptación de nuestros cuerpos.
Por otro lado, vestirse trae consigo esa sensación de seducción, una característica que no acostumbramos a ver plasmada de forma nata en un hombre, gracias a los medios y sus estereotipos, los cuales otorgan solo a la mujer esta arma de seguridad con aquellos grandes escotes, las particularidades en su andar, en su mirar, en su vestir, pero que también están disponibles para nosotros en distintas formas, ya sea en la ropa ajustada, un traje entallado, un buen peinado, una chaqueta y un excelente perfume.
Aunque no cabe duda, que gracias a las redes sociales, siempre existirá esa sensación de exteriorizar, de competencia; de adquirir algo mejor que el otro y a partir de ello, automejorar el estilo propio. Sin embargo, se debe tener cuidado, porque la competencia, cuando no es genuina, ni existe un objetivo claro en su fin, muchas veces termina por ser un sinsentido efímero y alejado de la originalidad.
Sea cual sea la razón por la que elijas vestirte es válida, pero el hecho de preguntarnos ¿por qué hacemos las cosas? es un ejercicio vital para conocerse de manera interna, saber nuestras motivaciones, deseos, aspiraciones y de esa forma, ser más concretos y directos a la hora de reflejarlos o materializarlos.
Por último, es importante reconocer, que la comodidad, así como la seguridad dependen de tu cuerpo y si quieres potenciarlo adelante, nadie te limita ni te juzga. El estilo es propio y si necesitas ayuda, recuerda que la mejor forma de hacerlo es informándote asertivamente.



Post a comment