Normalizar fetiches

WAP de Cardi B se lanzó hace un par de semanas, rápidamente escaló en los índices de popularidad hasta posicionarse en listas como el top 50 global de Spotify. Asimismo, podemos encontrar esta canción en innumerables vídeos en TikTok, siguiendo una tendencia con un baile bastante sugerente. Y sí, tal vez es porque Cardi B resulta ser una estrella viral, porque el ritmo es contagioso o porque en el vídeo aparece otra celebridad de las redes sociales: Kylie Jenner, pero, ¿alguien puso atención a la letra? 

Básicamente, la segunda estrofa de la canción es una oda a los fetiches sexuales que, poco a poco, han sido normalizados. Golpear, escupir, amarrar, juego de roles y sexo en público son las pocas cosas que vienen a mi mente mientras tarareo la canción. Así, Twitter nos ayudó a vencer ciertos tabúes en torno a los fetiches. Gustos que considerábamos culposos y a los cuales teníamos acceso de manera anónima desde la privacidad de nuestro hogar. Ahora, Cardi B los pone en una canción, mientras con movimientos eróticos, bailamos en las redes sociales.

Cardi B y Megan Thee Stallion en WAP

La realidad es que la aceptación y la pérdida del tabú a los fetiches ha cambiado significativamente a lo largo de los años. San Agustín, el santo patrono que vivió por allá del principio de era, consideraba que la prostitución era un mal necesario para la sociedad. Existían deseos carnales que el hombre necesitaba satisfacer, pero que de ninguna manera podía desahogar con la madre de sus hijos; a la cual había llegado en “sagrado” matrimonio. 

Siempre han existido estos placeres sexuales que pocos o muchos podemos desear, pero que las diferentes instituciones han considerado inmorales a lo largo de los siglos.

Pero empecemos por definir, ¿qué es un fetiche? La Real Academia de la Lengua Española (RAE) (si, perdón. Aún soy de esos que consideran a la RAE) define los fetiches como: “Veneración excesiva de algo o de alguien”. Otra definición de esta misma fuente, reza: “Desviación sexual que consiste en fijar alguna parte del cuerpo humano o alguna prenda relacionada con él como objeto de la excitación y el deseo.”

Esta última definición es la que más me preocupa. “Desviación sexual”. Tal vez no sea la intención de la Real Academia, no conozco su concepto de “desviación” (mentira, obviamente ya lo busqué), pero suena a una palabra fuerte, ¿no? Esto quiere decir que si me excita el observar, acariciar o interactuar sexualmente con los pies, por poner un ejemplo, soy un desviado. Ya ni hablar si me gusta vestirme de látex, amarrar a mi pareja o fingir que soy un ejemplar canino para satisfacer mi deseo sexual. 

Fotografía: Rafa Moncada.

Uso palabras que podrían resultar rebuscadas para describir cualquier práctica sexual que bien podría estar ofertada en Grindr; porque así de ridículo resulta pensar que un fetiche es una “desviación” que necesita ser atendida. Claro, estamos en una sociedad donde el hablar de aburrido sexo y desnudez es ya un problema, ¿qué podríamos esperar de prácticas sexuales alternas al coito? 

Muchas religiones, en una idea tradicional, limitan el acto sexual a la reproducción. En Como Agua para Chocolate, (tanto el libro como la novela me parecen bastante recomendables) Pedro se arrodilla ante la cama antes de consumar su matrimonio con Tita y repite a modo de rezo: “Señor, no es por vicio ni por fornicio, sino para traer un hijo a tu servicio”. Es tal vez esta misión reproductiva que deja fuera al placer la razón por la que estas mismas religiones condenan las relaciones entre personas del mismo sexo. 

Y toda esta clase de catecismo la consideré necesaria para entender el porqué el manifestar un fetiche (que pocas veces terminará en reproducción) es considerado un tabú. Una vez que entendemos la razón, podemos intentar hablar más abiertamente sobre el tema. Sí, puede que la ponografía pareciera una buena fuente para la investigación; pero al igual que el sexo, debemos recordar que estamos viendo profesionales realizando una actuación. No podemos intentar ponernos a la par. 

Empezaré con el fisting, por ejemplo. Esta práctica se popularizó en años recientes en la comunidad gay y ahora es común encontrar contenido de reconocidos pornstars sobre el tema. La escena parece sencilla: mucho lubricante, guantes de latex negro e iniciamos introduciendo el puño del activo por el ano del pasivo hasta donde nos permita el esfinter. ¿De verdad creen que es así de fácil? Sí, el ano es un músculo que puede dilatarse de manera natural, pero eso hay que trabajarlo. 

Una práctica de fisting puede tomar más de una hora solo para lograr sólo meter más de tres dedos. Es importante previamente estimular el ano, excitar al pasivo y usar lubricantes que ayudan e incluso relajen. También, es importante que la persona que haga de pasivo se prepare previamente. De lo contrario, el resultado puede ser sumamente traumante. Desde tener un accidente con heces, hasta desgarrar la zona si no se hace con cuidado. 

Las prácticas de dominio, control e infringir dolor también se han popularizado. Esto podría ser porque en nuestro cerebro el dolor y el placer están conectados; e incluso uno puede anular al otro. Al experimentar dolor se liberan químicos o se realizan conexiones que buscan placer para tener un equilibrio. Desde cera caliente sobre la piel, nalgear o incluso ahorcar; estas prácticas ligadas al dolor en nuestra vida cotidiana en un contexto sexual pueden ocasionar placer. 

El problema es cuando nuestro cerebro se empieza a acostumbrar a estos procesos y cada vez necesita más dolor para recibir mayor placer. Lo más drástico en lo que puedo pensar es en la práctica de la asfixia. Si no se distingue el límite, la falta de oxígeno podría traer consecuencias para la persona que está siendo ahorcada. Lo mismo con laceraciones o golpes.

Otra práctica que encontré común fue el intercambio de fluidos: sudor, saliva, semen y orina; principalmente. Aquí sólo me parecería importante señalar, que dentro de estos fluidos se puede dar la transmisión de distintos virus o bacterias, por lo cual debería de hacerse con las precauciones necesarias. Ya después, nos podríamos ir a algunos como el voyeurismo y exhibicionismo, el único problema que vería aquí es la ley del lugar dónde se desee practicar. 

Existen otros como el ver tela arder, presenciar a gente comiendo, venerar cuerpos acariciándolos y mirándolos sin llegar a un acto sexual; y ni hablar de la fascinación por partes específicas del cuerpo. Recientemente, lo más popular son los pies.

Fotografía: Rafa Moncada.

Sea cual sea tu fetiche, creo que no debería existir culpa en él. Cualquier cosa que te provoque placer (siempre y cuando no dañe a terceros, sin su consentimiento) está permitida. Claro, es importante también conocer tus límites y no permitir que nadie te obligue a nada. Investiga, pregunta, practica en un ambiente de confianza y establece los límites. 

Lo más importante es conocer tu cuerpo y encontrar lo que te gusta. Puede ser una experiencia de una sola vez o puedes encontrar algo que no sabías que necesitabas en tu vida. Pero lo más importante: no te compares con el porno que viste, recuerda que eso no es sexo real. 

Israel Vazquez, Tapatío en CDMX. Me gusta tomar tequila y escribir, siempre al mismo tiempo.

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