Hay una forma correcta y una incorrecta de abrazar tu lado patriótico. Sigue el ejemplo de Burberry y Palace.

La moda de los británicos  tienen una vieja y curiosa relación, definida por una mezcla de orgullo y vergüenza. Pero, los diseñadores siguen adelante, sonriendo con los dientes apretados mientras producen colecciones a pesar de una infraestructura industrial poco favorable para los que hacen la ropa, las lamentables consecuencias del Brexit y la inflación, y un patrimonio nacional basado en el neoliberalismo y la conquista colonial. Chic, ¿verdad?

 

londres cool

Los diseñadores están encontrando nuevas formas de abrazar su sentido de lo británico. Es cierto que el orgullo británico forma parte de la moda británica desde hace mucho tiempo, pero no de esta manera. Las odas a Albion eran o bien estridentes celebraciones de doble sentido y críticas a la Vivienne Westwood y su variopinto grupo de punks; o bien, a este lado del siglo, un enfoque académicamente informado ejemplificado por diseñadores como Wales Bonner o Bianca Saunders, que destacan la riqueza que han creado las diversas diásporas poscoloniales que se han asentado aquí.
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De hecho, con Daniel Lee, de Yorkshire, Burberry ha apostado fuerte por la historia ultra británica de la marca, un movimiento que la mente colmena de la moda casi había invocado en la anticipada antesala de sus colecciones freshman y sophomore. Su primer acto, reavivar los antaño demonizados cuadros en una abundante gama de colores similares a los tradicionales tartanes escoceses, fue audaz. Pero a través de su cuidadosa dirección creativa en general, lo ha posicionado como un símbolo de Gran Bretaña que atraviesa las líneas de clase, aplicándolo a los elementos esenciales countrified incluyendo botellas de agua caliente y chales para AW23 o preppy-twink chalecos suéter para SS24. Al mismo tiempo, sus campañas visuales han recurrido a los héroes de la cultura de las celebridades de la clase trabajadora, los tesoros de la clase media y los aristócratas del mundo de la moda, desde Kano a Mary Berry pasando por Jean Campbell.
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Otro diseñador de Wedgwood, Charles Jeffrey Loverboy, también ha reflexionado largo y tendido sobre lo que significa ser británico, especialmente en el clima actual. Desfigurando la vajilla de Wedgwood, por lo general pintoresca y aburrida, con su propio toque punk, Charles ha recurrido a la historia de los lores y las damas, centrándose en el estilo del siglo XVII de los caroleanos (los que vivieron bajo el reinado de Carlos I) y retocándolo con toques elaborados y kitsch, como los sujetadores azules de paillettes y cinturones anchos o las faldas turquesas desgreñadas.
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Así que, por ahora, podemos concluir que ser británico. No se trata de una “Cool Londres” de finales de los 90. Por el contrario, para dar en el clavo de la tendencia, tendrás que mantenerte constantemente al día del complicado y siempre cargado enigma cultural que es la Gran Bretaña y todo lo que ello conlleva.

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