¿Cómo saber lo que nos espera el futuro? Civilizaciones enteras han pasado a lo largo de la historia y nunca supieron cuál sería su destino y menos, lo que pasaría después de su desaparición. Con frecuencia, la humanidad mira al futuro con esperanza de hallar la respuesta ante lo desconocido, tratando de darle sentido a la vida; haciendo planes que no tenemos certeza de que ocurrirán.
Por su parte, la moda se apoya en la palabra futuro desde el momento en que una colección lleva por apellido el año siguiente al que vivimos. Siempre hacia adelante, nunca hacia atrás y si lo hace es para reinterpretar con una visión al futuro.
¿En qué momento el futuro tomo importancia en el mundo de la moda masculina?
En enero de 1909, Marinetti publicó en Le Figaro el Manifiesto futurista, en el que da a conocer los objetivos del movimiento futurista, donde enuncia el rechazo frontal al pasado, a la tradición y la defensa de un nuevo orden moderno, dominado por la máquina, la velocidad y la ciudad.
Con esta declaración, nace la propuesta más disruptiva presentada hasta entonces: El futurismo. Según Stern Radu, el objetivo del Futurismo no era simplemente reemplazar una moda con otra, sino abolir el sistema mismo de la moda, diseñando el vestuario como una obra de arte.
Pero ninguna historia está completa sin intervenciones de otras personas, que gracias su creatividad, pulen ideas para llevarlas a la práctica, uno de esos hombres fue Giacomo Balla.
Balla fue el primer futurista que diseñó ropa en 1921, aunque seis años antes ya había abordado este tema en el manifiesto que publicó junto a Depero en el que decía: “Noi pensiamo e ci comportiamo come ci vestiamo” (Pensamos y nos comportamos como vestimos). Los trajes que diseñó, realizados por su esposa según sus instrucciones, son una ruptura sin precedente con la moda, derribando los esquemas que se tenían de la prenda masculina por excelencia, ya que lo consideraban un ejemplo de la racionalidad perdida en la indumentaria femenina.
¿En qué consistió? El traje transgredía totalmente la noción convencional de una chaqueta, pues se eliminaron el cuello y las solapas simétricas, dando paso a que la chaqueta se cerrara con un triángulo grande. Para darle dinamismo al traje, el triángulo estaba ribeteado con un gran borde blanco que marcaba su contorno; el mismo borde blanco zigzagueaba a lo largo de los pantalones. Su meta, al usar sistemáticamente el corte asimétrico y los colores interpuestos, era lograr un efecto dinámico general, similar al de sus pinturas (también era pintor y escultor).
Él sabía perfectamente que esto no había escandalizado tanto si hubiera sido ropa femenina, que además del atractivo artístico del traje masculino, por tener un aspecto más normalizado, se tenía que considerar su dimensión simbólica.
A principios de los años 20, Le Corbusier escribió: “Un juicio emitido sobre un hombre verdaderamente elegante es más definitivo que uno sobre una mujer elegante, porque el traje masculino está estandarizado.” Sin duda, las modificaciones que hizo al traje era la esencia del futurismo.
Para mayo de 1914, Balla publicó el manifiesto Futurista sobre el vestido, “Traje Masculino Futurista”. En su deseo de escapar del enfoque que se daba al vestir, Balla quiso abolir completamente el traje de luto; los colores pálidos u oscuros; las telas rayadas a cuadros o moteadas; la simetría en el corte; la uniformidad en las solapas; los botones inútiles; el cuello desmontable y los puños almidonados.
En su versión Futurista, prevalecería lo dinámico, asimétrico, ligero, simple y confortable, higiénico, alegre, voluntarioso, ágil, y sobre todo, variable. Las principales razones para estas cualidades eran “la necesidad de variar muy frecuentemente el entorno, y el deporte.”
La ropa Futurista de Balla se variaba o transformaba gracias al uso de modificadores “appliqué, piezas de tela (de diferentes tamaños, espesores o colores) que podrían ser colocados a voluntad en cualquier parte de la pieza”. Aquí, una prueba de que lo modularity no es nuevo, pero si vanguardista y desde luego futurista.
Tras la guerra, Balla diseñó varios trajes Futuristas, que usó frecuentemente. En Lettres Sur la Jeune Italie, Lucien Corpechot lo describe con una corbata futurista, formada como una hélice de avión, y unos zapatos Futuristas blancos y amarillos.
Como todo buen artista que ateta contra los estándares de una sociedad, la reacción del público fue muy negativa. Se rumora que cuando Balla quiso visitar la Exposition Internationale des Arts Décoratif et Industriel Moderns en París en 1925, había buscado sin éxito hospedaje en 31 hoteles, pues cada portero que lo veía en su traje futurista, de capa larga pintada con coloridas “líneas de fuerza”, con cierta desconfianza le decían: “je regrette, Monsieur, c’est complet!” (lo siento señor, estamos llenos).
Fuentes consultadas:
FuturistNow. Futurismo y vestido
Castelle Magazine. Futurismo y el vestido
El cuaderno. Elogio del traje
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