Tras presenciar una ecléctica pasión llena de dramatismo y expresiones visuales laminadas en París, es tiempo de presenciar una ostentosa extravagancia en un repertorio que impone una dorada exuberancia titulada “Alta Moda” y “Alta Sartoria”. Domenico Dolce y Stefano Gabbana, protagonizaron una flamboyante excursión cultural hacia las costas de Sardinia, cuya isla atesora una milenaria y significativa historia, que es resguardada por sus fiestas populares y religiosas. El paganismos ancestral de griegos y romanos, junto a la decadencia católica, que procreó una mayor arraigamiento en ceremonias aromáticas y resuenan en instrumentales fantasías, que la pareja adoro en inspirarse. 

Esta monumental abundancia textil, es un lujoso especial trato hacia clientes y estrellas con bolsillos más profundos, cuyo espíritu impulsivo por obtener maravillas folclóricas ilusiones palpables, es deleitado en un ritual lleno de una fastosa teatralidad, nivelada a sus recurrentes colecciones ready-to-wear. La colección titulada “caravanserai” – refleja una singularidad proveniente del Festival de Sant’Efisio. Su profunda meticulosa investigación, se aventuro a demostrar una airosa grandiosidad parroquial, en una extraordinaria fragilidad artesanal. Tal esplendor se montó en las ruinas del Forte Village Arena, en la que aparecieron unas inclinadas medianas estructuras de cristal, llamadas Nora Mirage – cuyo diseño fue comisionado al norteamericano Phillip K. Smith III. Este surrealista portal que concibe una adoración hacia la majestuosidad lunar, es la unión entre un tumultuoso pasado y un hostigador presente. Este puente que ama la contemporaneidad bañada en tradiciones milenarias, llega a balancearse con los astros, gracias a los bordados de corneta, azabache y cannetille.

La abundancia de técnicas y materiales, fue toda una bendición terrenal que se integró en un margen que remarcaba una silueta helénica. Armonizaba en un detallamiento metálico que persuadió en corsets, bras, joyería filigree que resplandecían con una sacrílega aura, incrustada en las finas y delicadas telas con pliegues, en la rica complejidad que se vincula a elaborados patrones de mikado y organza. Stefano y Domenico, integraron una amplia gama de tejidos: desde el muaré hasta los encajes adornados con elegantes volantes. Todo presentando en exageradas y gigantes andantes tridimensionales abrigos o capas de lana tubular, flecos, trenzas y seda jacquard. Aquella voluminosidad, tan rígidamente sofocante a la juzgadora vista, proviene de los pibiones, una técnica tradicional de tejido de granos de Cerdeña.   

Se acentúan vigorosos tonos locales, que al introducirse al escenario, una finura excepcionalmente artesanal, que es únicamente empleada en ceremonias regionales; protagonizaron un fabuloso centello entre el espejismo arquitectónico del recinto. Una esencia aristocrática y una solemnidad carnavalesca, rinden homenaje en una sinfonía tan celestial renacentista, en la que solo Dolce & Gabbana puede tallar con acerbidad.  

Retomando, la continua alborotadora festividad, para la Alta Sartoria, se peregrino hacia la ruralidad. Con un estética gitana, una ilusión campestre dio paso a lanzarse a inspeccionar un cinematográfico artificio rústico, en el que se presentó, una exuberante romántica caballerosidad. Una procesión abrió las puertas del labriego horizonte, celebrando al Santo Patrón, quién fue un mártir, para después ser canonizado y alabado al esparcir pétalos de rosa en las calles de Cagliari – honrando su lucha. La significativa máquina cultural que se celebra cada año, tomó la participación de varios residentes, quienes se paseaban en carros ornamentados llevados por bueyes, seguido de mitológicos seres llamados los mamuthones. Desfilaban con un orden y un ritmo preciso, como animales que siguen a sus amos. Vistiendo pesados frondosos abrigos de piel de oveja, cargando 30 kilogramos de campanas atadas a sus espaldas, enmascarados con una madera de peral silvestre.

La sección de hombres se entrelazan intrincadamente motivos florales, bordados tradicionales y telas suntuosas. Asimismo, una bordada renaciente impregnado de patrones bordados, decoraban una apasionada fluidez que reivindicaba este determinante ejercicio sartorial. Una meticulosidad textil se vinculó en tubulares bordados a mano, sobre organza de seda formando patrones intrincados, resaltados por cristales. Lucían como guerreros de la antigüedad, que desafiaban la estandarización de su masculinidad, en remarca una silueta más voluptuosa y provocativa, que es escudada con su brillantes pecheros.

La deliberada propuesta, es una gloriosa y santificada cerámica, en la que se canoniza el futuro. Se estimula una combinación unisex, que confecciona virilidad, resistencia y madurez – tal como los hacen aquellos pastores montañeros. Dureza y sensibilidad tan refinada, que añade un respetable valor hacia intrépidos-vigorosos sarnos.

Prodigiosamente, revitalizaron la noche con un fulminante rosaico concierto por la inigualable Christina Aguilera. La ruidosa melodiosa sintonía fue explosiva con la participación de Micah McLaurin, brillando a lado de Trixie Mattel. Inesperados fuegos artificiales, brindaron una esplendorosa mágica vibra, que fue relucida con la voz de Katy Perry. Maluma, Alejandro Speitzer, Alberto Guerra, Theo James, Halle Bailey, DDG, Alessandra Ambrosio, André Lamoglia, Noah Beck, Michelle Salas, Leonie Hanne – vislumbraban y admiraban que Dolce & Gabanna, es más italiano que la propia Boloñesa.

Esta memorable ocasión, nos percata del amor incondicional de Dolce & Gabbana por su amada tierra. La privilegiada colaboración, deslumbra por su orgullo al histórico legado que resguarda la península itálica. El talento que circula en bienaventurado y reposa en una afectuosa estimación hacia el delicado mecanismo técnico – artesanal que brindan sus antepasados. Todo es hecho con amour. Bendiciendo con su talento, un mundo tan perversamente atolondrado, apreciado por una conexión espiritualmente nostálgica.

Resto de looks: 

 

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