La sastrería es todo un arte de la confección. Así, la idea del “buen vestir” masculino viene de portar un buen traje a medida con principal atención en el mínimo detalle para que el conjunto no cause incomodidades para el hombre que lo use. A veces, es difícil entender el alcance de esta actividad que tiene años de herencia cultural, es por eso, que en esta ocasión, te traemos información básica para comprender mejor el arte de la sastrería y su historia.
Para esto, necesitamos retroceder siglos atrás, en la Edad Media y el arte del Tailoring, cuando los primeros sastres fabricaban prendas sencillas de lino para que los soldados las portaran debajo de la cota de malla. Así, el oficio y trabajo de la sastrería tomo tal importancia, que de ahí partieron los primeros gremios en las principales ciudades del viejo continente.
De esta manera, la sastrería comenzó a diversificarse entre los siglos XII y XIV. Antes de este tiempo, las prendas solían estar hechas de una sola pieza de tela, cuyo propósito era cubrir el cuerpo, por lo tanto, no existía el estilo individual y menos un propósito estético.
Con el paso de los años, el oficio sartorial fue motivo de privilegios, como los otorgados por el rey Enrique I de Inglaterra a los sastres de Oxford en el año 1100. En esos días, la sastrería se basó en un comercio jerárquico y dominado por hombres, del que surgieron varias compañías y escuelas importantes como los Merchant Taylors en Londres o los Maîtres Tailleurs d’Habits en Paris.
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Una estructura vertical
La enseñanza de la sastrería era impartida por un maestro sastre que instruía a un aprendiz a través de la experiencia práctica. Por esa razón, no existieron manuales escritos para la confección hasta años después. El escrito más importante se publicó en 1889, bajo el nombre de “History of the Art of Cutting” por E. B. Gilles, un documento histórico de gran valor.
Por su parte, los talleres donde aprendían el oficio eran propiedad de un maestro sastre que cortaba la mayoría de las prendas. Así, la forma en que cada sastre cortaba esas prendas, suponía la creación de un estilo propio y único.
Al ser un negocio jerárquico, debajo de los cortadores se encontraban los oficiales, quienes eran los responsables de algunas de las partes menos exigentes, como la confección del acolchado, coser los forros y bolsillos. En la parte baja de la estructura de este oficio, estaban los aprendices, quienes eran los responsables de mantener la tienda limpia.
Inglaterra como impulso
Los cambios que Inglaterra vivió derivados de la Guerra Civil, empezaron a asentar las bases de la renombrada sastrería inglesa. Esta sastrería se caracteriza por alejarse de los adornos y adoptar un estilo más práctico, así como sobrio; de tonalidades oscuras, marcado por las primeras normas de vestimenta que llaman al uso de sombreros de copa y levitas, los cuales se fueron acortando para mayor comodidad.
Asimismo, los tejidos utilizados eran principalmente lanas de alto gramaje, telas tupidas realizadas en lana de carda, lo que facilitaba la tarea del sastre y sus oficiales para disimular cualquier imperfección o defecto en la hechura de la prenda.
De esta forma, desde comienzos del siglo XVIII, Inglaterra surgió como un centro sartorial. Bond Street, Saville Row y St. James Street, en el West End de Londres, han sido conocidas como el epicentro de una tradición, que incluso hoy en día, aún se pueden encontrar algunas de estas tiendas.
Situación actual
En la actualidad, en México los sastres se enfrentan a una sociedad que está perdiendo la costumbre por vestir a la medida. Esto se ve reflejado en la dificultad de encontrar un buen sastre por las calles de la Ciudad de México o cualquier otro lugar del país.
Pero esto no fue siempre así, pues entre los años 30 y 70, el mercado mexicano demandaba ropa confeccionada a la medida, lo que ahora quedó en el recuerdo, pues a finales de los 90, este oficio se vio afectado por la industrialización de México, lo que provocó que la actividad sartorial decayera.
Así, el principal problema se encuentra en la elevación de sus costos. Con artículos más baratos y con materiales igualmente económicos, la gente dejó de mirar la ropa a la medida como algo que quisiera consumir, además de un decaimiento de la formación de los sastres en su capacitación, formación intelectual, cuestión que alejó el interés de las personas por aprender el oficio.
Es así, como ahora, la ropa hecha a la medida tiene una baja demanda, que reluce el poco valor que la sociedad da a un trabajo, que trae consigo una amplia preparación, estudio, así como dedicación y que sin duda alguna, por lo menos una vez en la vida debe ser adquirida para preservar un oficio de invaluable herencia cultural.
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