La relación de la política con la moda tiene más en común de lo que se cree, pues dota de un poder simbólico importante a un dirigente o figura política. Los casos en que la moda ha estado involucrada en la política, van desde hacer a la prenda parte de un discurso político o a modo de protesta; hasta un medio de comunicación semiótico que influye en las decisión de los votantes a la hora de elegir a su representante.

La moda como mensaje político

Umberto Eco afirmaba que la moda es semiótica, con mensajes implícitos que se deben leer. En los casos internacionales tenemos ejemplos en donde la moda (o mejor dicho, la apariencia) dieron puntos a favor. Un ejemplo notable y recordado sucedió en Estados Unidos con la victoria de John F. Kennedy sobre Richard Nixon y su Camelot. Así, durante su periodo,  se sentaron las bases de una política de la estética, en la que el sueño americano tenía un importante componente de apariencia.

Con la llegada de los medios de comunicación, según la tesis de Paola Andrea Merchán en la Pontifcia Universidad Jeveriana de Bogotá, se señala que especialmente en medios como la televisión y redes sociales, el aspecto, la imagen y la estética tomaron más importancia en la vida social de los seres humanos, esto porque la humanidad comprendió que la moda reproduce un discurso, con ella no solo se protegen las necesidades de cubrir el cuerpo, sino que también se puede comunicar la personalidad de cada uno y generar un rechazo o aceptación por parte de los demás.

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Asimismo afirma: “De esta forma, los políticos captaron que por medio de la vestimenta se logra interpretar un mensaje. Por ello han optado por acompañar y reforzar su discurso a través de componentes no verbales como la indumentaria. En consecuencia, la moda se ha transformado en un elemento que incide en la percepción y el nivel de aceptación de un político, dicho de otra manera, es un criterio que inconscientemente influye en la decisión y aprobación por parte del elector”.

La moda como instrumento político

Esto se toma en cuenta a partir del mensaje. De alguna forma hemos aprendido a leer los mensajes  o discursos (verbal, visual o corporal) a través de su orador, para después filtrarlos de manera consensuada, haciendo que nuestras elecciones sean el resultado de distintas variantes. Pero como instrumento político es otra cosa.

En un momento único en la historia, en donde se exige un posicionamiento político al respecto de temas sociales, la participación de la moda no está exenta. Como lo menciona Gilles Lipovetsky para El País, “este proceso de politización de la moda se ha acelerado. De hecho, estamos en un momento en el que muchas marcas se comprometen con causas políticas e ideales humanistas. Lo demuestran las que luchan para combatir el racismo contra los negros o los gitanos, o las que denuncian la falta de diversidad en la moda y la escasez de modelos de color en las pasarelas de los desfiles”.

No obstante, eso no significa que la moda, su uso en la política y/o en la comunicación política no deje de representar problemas, así lo señala Ana Velasco Molpeceres para la Asociación de Comunicación Política (ACOP) en España: “Tras el espectáculo de la toma de posesión de Joe Biden al comenzar 2021, la Casa Blanca comunicó a los periodistas que en las notas de prensa sobre la labor de la primera dama se iba a dejar de informar sobre la marca de las prendas que llevaba”.

Es posible que las críticas al dinero que costaba el armario de Melania Trump, sumadas a la crisis económica y social provocada por la pandemia de la COVID-19, hayan tenido peso en esta decisión, que resultó tan controvertida que el jefe de comunicación de la oficina de Jill Biden aclaró en marzo, diciendo que no se trataba de un error y que en adelante no se informaría sobre la ropa de la esposa del presidente, sino únicamente de sus actos.

En México ocurre algo parecido. El presidente López Obrador y su manejo  de una política de “austeridad y de reparto equitativo”, durante su sexenio, se ve reflejada en una vestimenta sencilla y poco desalineada, lo que da la impresión de un total desinterés por las tendencias o marcas. Esto trae consigo distintas opiniones, en las que algunas coinciden que, de la pulcritud de la vestimenta presidencial queda muy poco.

 

Referencias

El País

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Tesis de la Pontifcia Universidad Jeveriana de Bogotá

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