Nunca me he considerado un fan de Marvel, pero reconozco la genialidad cinematográfica de Thunderbolts*. Estamos tan acostumbrados a sus habituales films que te aburren con la misma sobresaturada y debilitada narrativa de superhéroes, tal comedia de acción es bastante emotiva e irreverente de elogiar.
No imagine que un grupo de hostigados y aparentemente frívolos marginados, se convirtieran en toda una sensación cultural. Esta alegoría que explota a unos personajes de segunda, rechazados y forasteros, tiene algo especial: el manejo hacia el trauma, la búsqueda de un propósito y la soledad.
El enfoque psicológico es el factor clave para reflexionar sobre la aparente noción que tenemos sobre un anti-héroe. Estos seres que de alguna forma, son los perdedores de este universo, sufren y anhelan una vida mejor. Lastimosamente, estos seis magníficos viven rezagados y cumpliendo órdenes de Valentina Allegra de Fontaine, directora de la CIA, quién les encarga limpiar su ilícito mugrero. Tal giro, los reúne en una base ultra secreta convertida en vertedero, ya que al ser mercenarios que atentan contra los intereses políticos de su superior, ordena una sádica matanza entre Yelena Belova, John Walker, Ghost y Taskmaster.

Antes de todo, la hermana de Black Widow ya nos venía contando lo aburrida que se sentía con la hueca vida rutinaria que llevaba; no la satisfacía ni entusiasmaba — una penosa y cíclica sensación que liga al resto de sus compañeros. Bucky Barnes, el afamado soldado de invierno, ahora es un político soso e inexplicablemente fogoso al ser un hábil motociclista que los rescata con una doble intención. Y no olvidemos al nostálgico Capitán América soviático, Red Guardian.
Quizás, el simple hecho de tocar las crisis existenciales que padece un mortal ampliadas a la constante vulnerabilidad y miseria que nos azota, tal “vacío” es la detestable y vergonzosa sombra que nos une como espectadores. Bob, es un joven atrapado como un experimento supuestamente fallido, que lo convertiría en mejor humano, osea, ‘Sentry’. Es alguien que ha padecido severos traumas en su infancia, acorralando al rechazo, la torpeza, e inutilidad en la adultez. No es capaz de afrontar su realidad — tal ‘debilidad’ es aprovechada por la burocracia samaritana. Perdido en la oscuridad, unos turbulentos compadres lo rescatan de aquel juego mental, incluso luchar contra su peor miedo: un drogado pollo karateca. Agregando, el fracaso y abandono casi los destruye; el peso de las consecuencias. Trabajar sin propósito para distraernos, no debe ser el único alivio para huir del vacío.

Puede que los Thunderbolts* se subestimen y no reconozcan su potencial, aunque eso propulsa un despertar en sus corazones. Es aceptable sentirse sin rumbo y no hay nada más humano que admitir estar harto de la desdicha.
Ese significativo abrazo final tan ‘Intensamente’, es lo que muchas veces necesitamos para seguir adelante ante el camino de la redención, una buena sesión de terapia grupal y aquel delicioso cereal con el fogoso estampado de esta nueva increíble familia.
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