Ver crecer a una estrella pop es algo que los millenials damos por sentado casi como una afición colectiva que nos ha rebasado por los nuevos formatos con los que tenemos acceso a sus vidas (y trabajo y recreación y privacidad) desde que los blogs y las redes sociales exacerbaron lo que la televisión—y muchos medios impresos de cierto tipo—hacía antes por ellos. En el caso de Belinda, crecer (y vivir todavía) en la mira de millones de personas—piensen en la repercusión de eso por un momento—ha reforzado ideas de lo que se debe hacer con y desde este nivel de exposición y al mismo tiempo ejemplifica lo vulnerable que es estar en una posición como esta: desde ser coach para nuevos talentos tanto en lo técnico como en lo mediático y personal, como usar sus redes para exhortar al público a cumplir medidas de seguridad u opinar libremente sobre la política del país (¿alguien recuerda a Belinda también al pie del cañón durante la crisis del 19S en Jojutla y en el multifamiliar de Tlalpan?).
Es ingenuo asociar aún a la Belinda de las telenovelas y los videos virales y los memes a la Belinda 2020 dejando de lado la evolución inherente a un adulto joven que constantemente ha basado su vida en el progreso de su trabajo y lo que hace socialmente con él y hablamos con ella al respecto en el podcast al fondo de esta historia.
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