La mayoría de periodistas e Instagram estarían de acuerdo sobre nombrar a Colman Domingo como el “amo supremo de las red carpets y epítome de la moda”. A pocos días de que se celebre la Met Gala, este anfitrión merece plasmar su refinado e intrépido estilo con orgullo.

Algo muy característico del nominado al Oscar, es su profundo y exuberante amor por la sastrería. Opta por lo clásico, pero transforma esa impecabilidad a la medida con encanto y suprema confianza. Experimenta con la típica formalidad al usar irreverentes colores, geniales lentes de sol y palpitante joyería que realza su figura. Al paso de los años, una consistencia por una silueta acampada, ha generado interés y atención por esta sublime y reveladora individualidad estética.

Tal devoción es ilegalmente cool. La energía, confianza y seguridad de este dandy hollywoodiense ha sido capaz de ofrecer una nueva perspectiva sobre cómo usar y aprovechar la tenacidad material y física de un saco u abrigo. Aprecia ese presunción de la masculinidad, esa seducción y poder que centellea su teatral opulencia.




Domingo se balancea entre cuidar y desafiar su prominencia. Aquel conjunto mostaza ‘Le Freak le Chic’ o ‘ABBA’ de Valentino que portó en los Critics Choice Awards 2024; el iluminador magnetismo de su blazer negro escarlata de Dolce & Gabbana que alardeaba su flow en la after party de Vanity Fair; la monocromía plateada de tweed en los Film Independent Spirit Awards o el adorable y seductivo ronroneo en el Academy Museum Gala 2025 — ese juguetón glamour es caprichosamente ardiente, proporcionado y elocuente.

Este gallardo vidente apuesta en relucir su “yo”.
Diría que lo anticuado es una herramienta que trasciende por su espiritualidad bohemia y marcial. Es tan sublime y densamente hermoso tal intimo escrutinio por reformar algo tan genérico como un dócil y aburrido traje negro.

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