Bambalinas que provocan la caótica apacibilidad de las hojas desvanecidas en el suelo, no impiden que la calidez abrasadora del front row de Loewe, sea tan evocativa de incinerar. Dentro de la vaporosidad que irradian, sus invitados admiraron un florecimiento maleable que rebotó en tutus renacentistas, Daniel Craig, embajador de Loewe, recibe el espíritu primaveral de la manera más sublimemente acogedora.
En la inconsistencia lluvial de París, específicamente, bajo la sombra etérea del recinto erigido para presentar las buenas nuevas materialistas dibujadas por Jonathan Anderson, Craig junto a su esposa, Rachel Weisz, se abrigaron en un caos frondosamente tejido. Su sublime extravagancia, consiste en un fosforescente lío que mostraba ese surrealismo tan freak y habitual que Daniel ha adoptado prodigiosamente, con un suéter de lana tan chiflado y maniático, impregnado con estampados abstracto de amapolas del artista estadounidense Richard Hawkins.
Combino esa lunática inventiva con una bomber jacket de cuero, incluyendo en sus puños y cuello, detalles acanalados. El conciso efecto vintage rematado con un extrema hinchazón de sus pantalones cargo oliva, deliberadamente amarrados a unas gruesas botas de plataforma, hechas de gamuza – una locura chispeante que realza la putrefacción otoñal.
Esa cruda peludez, mantuvo ese lado casual-aventurero con sus gafas amarillas. Oh, ese salvajismo ecléctico y genial, es la masculinidad vibrante que necesitamos para el indiferente frío que nos acecha.
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