No es un secreto que la moda tiene un enorme problema de sustentabilidad. Y que esto nos deja, como consumidores, en medio de un conflicto. A pesar de expresar consistemente interés en consumir de manera más sustentable, también registramos una enorme presión social de no repetir los mismos atuendos, especialmente si ya los hemos inmortalizado con una foto en nuestro feed de instagram, de hecho, uno de cada diez consumidores en el Reino Unido confiesa comprar ropa con el fin de usarla para una foto en Instagram y después regresarla.

Si ya estamos comprando para nuestras vidas digitales, ¿qué pasaría si pudiéramos tener un armario básico para nuestra vida real y un closet con incontables piezas para nuestra vida virtual?, ¿la moda digital puede ser una alternativa que satisfaga nuestros hábitos de consumo?

A través de la historia, la manera en que nos vestimos ha sido interpretada como una forma de expresión de identidad. Sin embargo, hoy nuestras decisiones de estilo cargan con más mensajes de lo que está a simple vista; lo que compramos, las marcas que compramos, qué tanto compramos y en ocasiones, hasta la decisión misma de comprar se vuelve razón de sentimientos de culpa en los consumidores de moda.

Iniciativas como The Fabricant, la casa holandesa de moda digital, prometen “no desperdiciar más que datos, explotar solo la creatividad”. La directora de contenido y estrategia de la marca, Michaela Larosse, afirma en el Reporte de Moda Digital (2021) de la plataforma Lyst: “Estamos construyendo nuestro negocio para un futuro en el que la moda física se vuelva utilitaria en respuesta a nuestras circunstancias planetarias y la necesidad de preservar los recursos naturales, pero el entorno digital es donde dejaremos volar nuestra imaginación sobre la moda.”

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Si bien, el término de moda digital, suena lejano de nuestro día a día, la noción de curar cómo nos presentamos en las pantallas y durante nuestras actividades a través de ellas, ya tiene tiempo instalándose en nuestra realidad, prominente en el gaming, donde juegos como Fortnite logran ganar $2.4 mil millones de dólares anuales solo en ventas de skins (aditamentos que no cambian nada en el juego, pero permiten cambiar la apariencia del jugador durante las partidas).

La moda de lujo no se ha quedado atrás y ha ido infiltrándose en el mercado del gaming (valuado en $159 mil millones de dólares). Recientemente hemos visto a Louis Vuitton colaborar con el famoso juego League of Legends para crear skins y posteriormente lanzar una colección cápsula complementaria en la vida real.

Por otro lado, Gucci debutó una línea sostenible dentro del universo de The Sims y lanzó una serie de artículos en Pokemon Go. Valentino y Marc Jacobs hicieron descargables una selección de sus diseños para el juego Animal Crossing. En 4 años, el gasto global en skins de videojuegos está pronosticado a alcanzar un valor de $20.3 mil millones de dólares. Geek becomes chic.

Si bien, en los videojuegos, cambiar la ropa de nuestro avatar es tan fácil como un clic, hacerlo sobre nosotros aún es un trabajo en proceso. A falta de tecnología que haga el automático el proceso de reconocimiento del cuerpo, firmas de moda digital como DressX, actualmente toman la labor de modelar manualmente cada uno de los atuendos sobre fotografías de los compradores, en un laborioso proceso que ve a diseñadores cuidar las sombras, caídas y peso de las telas que intenta emular.

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Sin embargo, el futuro luce prometedor, el CEO de Carlings, la marca noruega que ha estado haciendo esfuerzos por incorporar la moda digital en su modelo de negocio y hacerla democrática, lanzando una colección digital con piezas de los 10 a 30 euros , estima que el consumo de moda digital puede representar el 1% del valor total de la industria, situándose en los $25 mil millones de dólares.

Estamos en una era de completa transformación de la manera en que opera la industria de la moda y la moda digital. Puede ser uno de los siguientes horizontes, permitiendo crear diseños que verdaderamente pueden ser usados en cualquier tipo de cuerpo, sin limitaciones en material, sin etiquetas de género y con un mínimo impacto ambiental. Así, DressX, estima que la huella ambiental de la producción de una prenda digital es 97% menor que la de una física.

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El autor Jessie Daniels argumenta en su libro Digital Sociologies que desde su concepción, el Internet ha sido percibido como un “espacio” y hoy, a medida que los dispositivos se interconectan y nacen autos inteligentes, casas inteligentes y hasta relojes inteligentes, la esfera digital ya no está separada de nosotros, está sobre y en nuestros cuerpos y como prueba, no basta más que navegar las historia de Instagram de nuestras amistades y observar la omnipresencia de filtros que alteran nuestra apariencia y realidad.

Tras un año en confinamiento e incontables llamadas de zoom, hemos visto nuestras vidas enteras digitalizarse, ¿será posible para nuestro closet digitalizarse también?

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