Teniendo un eje prominente respecto a cómo el guardarropa masculino se ha vuelto más atrevido e interesante, hay ciertas formas de expresión que aún siguen siendo polarizadas por estereotipos retrógradas. Con el retorno del género de aventura al cine con films que remasterizan las grandes batallas épicas y leyendas de la antigüedad con mayor libertinaje creativo, también promueven viejas tendencias que rompen los moldes de la tóxica heterosexualidad.
Desde que el hombre usa la razón (‘según’) ha demostrado su poder y ambición con ostentosos atuendos que reflejaran tal visión: arropados en telas finas y accesorios discretamente majestuosos como pendientes. Estos pequeños o grandes aros dorados que cuelgan con firmeza en los lóbulos, impactan la luminosidad del rostro, aunque el tiempo ha sido desagradecido y cruel con tal accesorio.
Los bruscos cambios culturales que ha sufrido la humanidad, han marginado a los pendientes como un símbolo de herejía y provocativo ante las buenas costumbres. Tales boberías, aún persisten y realmente tratan a este accesorio como una impureza que debes eludir a toda costa, pese a que la aristocracia exudaba su fortuna con esto.
Retomando el camino histórico, llegamos a la década de los ‘80s, cuando grandes iconos como George Michael les valía la opinión externa y decidían lucir su verdadera identidad, constataron que un pendiente, es algo omiso, revolucionario y demencial. Su uso que se dio con más frecuencia en homosexuales y parranderos, ejerció un control restrictivo y discriminatorio sobre quienes los portaban, argumentando que eso ‘desviaba’ a los más pequeños con costumbres sodomitas. El oído izquierdo fue tan atacado, ya que si se veía a alguien con una perforación en el, lo marginaban.
¿Un simple y brillante metal atenta a la moralidad? Vaya modo de restringir la individualidad.
Honestamente, se toma demasiado en serio los aretes. Tendemos a generar escándalo por sandeces que realmente no afectan a nadie, uno mismo inventa falacias por molestar. Un defecto enfadoso y raramente discutido. Recordemos que la moda evoluciona y libera, más no reprime su razón de ser es la invención. Encara a la tradición, pero no gradualmente; su discreción agrega un interés visual. Las celebridades han ido retrayendo este accesorio con un fulgor, al agregar a sus looks de red carpet, un colgante que atenúa modernidad y cambio.
Si dices que ni un hombre seguro de su masculinidad, se pondría algo ‘femenino’, estas muy equivocado, incluso, tus ídolos que tanto defiendes en las partidas de fútbol, lo usan. Cristiano Ronaldo y Neymar, desafían la superficial fragilidad viril, de manera atrevidamente hot.
Innecesariamente, las críticas prevalecerán. Da flojera que sigan las comparaciones discriminatorias, cuando lo único que incita un arete es confianza y seguridad. Hasta realza una erótica inexistente por las normativas de género. Te guste o no, impedir su uso, es retrasar el espíritu contemporáneo. Obviamente, llama la atención, pero ¿eso qué? sigue en tu camino. Es una pieza de joyería y ya. Tanto debate, agobia. Los hombres determinados y apuestos, no lucran la personalidad del resto, sino que avivan su sentido de originalidad. Desmantelar el sistema con un glamour flexible.
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