En ocasiones, si es tedioso y sofocante escuchar la desgastada charlatanería del quiet luxury sobre su la presunta objetividad de ‘crear prendas realistas’, ese fanatismo por conservar lo tradicionalmente adecuado para la cotidianidad, es forjado con rectitud, consistencia y simplicidad francesa en la raison d’être de Ami.



Elegantemente sobrio y fluido, la comodidad emitida por la habilidosa mano de Alexandre Mattiussi, es práctica. Su habitual formalismo se relajo a un nivel holgado. Con precisión, mantuvo una exquisita sastrería que era notable en sus largos abrigos double-breasted khakis y una gabardina negra con bordes escabrosos. Una enfatizada voluminosidad asombro con sus grandes trajes sorpresivamente firmes con una estructura rectangular, pero refrescantes con sus pantalones anchos. Sutilmente, la corbata resurge y balancea una uniformidad desfachatada de su layering, pero es elegante y respetuoso al entorno godín.



Esta pasiva y sosegada armonía es radiante. “Es una celebración del equilibrio: el romance se fusiona con la elegancia, la elegancia se fusiona con lo informal. Cada pieza cuenta una historia atemporal e intergeneracional”, comentaba el diseñador. La ropa de trabajo es serena y convencional, acentuada por sus camisas de algodón oversize, que incluían una linda pañoleta de vaquero en el cuello. ¿Rudeza y apacibilidad? Al parecer, este discreto experimento se compone de una majestuosa paleta de colores sumamente terrenales y un ideal que es alimentado por la honestidad de Mattiussi: crear fantasías materiales libres de figuraciones abstractas y banales, que fácilmente veamos en la calle.



Resto de los looks:
PUBLICAR COMENTARIO