Ye, la libertad de expresión y el odio: ¿Dónde está el límite?

Desde sus inicios, ‘Ye’ aka ‘Kanye West’ no se limita a actuar de manera irreverente y alborotadora, consiguiendo generar polémica y que su nombre no se desvanezca en el olvido, aunque esto es casi imposible de conseguir. Ni siquiera dos semanas han transcurrido y su controvertida aparición en los Grammy, en donde Bianca Censori, la esposa del rapero y diseñador, se desnudó hasta quedar con un vestido ‘Haute Couture’ (según) transparente, no disuelve su figura al vacío. 

Internet ha estallado con este suceso, aunque francamente no nos sorprende, viniendo del rapero. Sin embargo, hace poco, fue invitado al podcast The Download para hablar sobre su salud mental, confesando que erróneamente fue diagnosticado con trastorno bipolar y en realidad, él sufre de autismo. La cuestión que muchos debaten es sobre si esto es una ¿justificación? o un ¿pretexto? ante su comportamiento errático que lo ha ido recluyendo o si trata de generar empatía o lastima, pese a sus comentarios antisemitas o y lo más importante, ¿dónde está el límite entre la libertad de expresión y su mal uso? ¿Debe ser silenciado o enfrentado?

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Ye ha tenido un polémico historial que es sumamente decepcionante y complicado de respaldar. Mientras el fascismo se continúa expandiendo con un rigor y temible simpatía, fue abrumante como el director creativo de Yeezy, se declaraba nazi y profesar una injusticable devoción tanto a Hitler como a Diddy. Sus peligrosos e inequívocos comportamientos, se han vuelto en un asunto de preocupación, inclinados hacia la seguridad física y emocional de sus cuatros hijos y su ex-esposa, cuya relación fue absuelta, tras las infortunadas declaraciones de Ye, donde afirmaba “tener dominio sobre ella”. 

Sus drásticos colapsos, derramaron el vaso cuando intento vender una camiseta con una esvástica nazi durante el Super Bowl. Provocando que su agencia rompiera lazos con él y que su cuenta de X, fuera suspendida así como el cierre indefinido de su sitio web. Honestamente, ya nadie está tolerando las agresivas posturas de Ye, ni sus más devotos fans, pese al legado musical que aún o los unía como hermandad. 

Su impulsiva imprudencia es aterradora, pero astucia y exuberancia, es casi olvidable como influyente. Su contundente energía es intensa, al grado de insinuar emociones y opiniones fuera de lugar. De por sí, el mundo es un asco total con la inepta clase política ultraderecha que amenaza todo avance pro-social, con una frivolidad desafiante. Su deteriorada salud mental, ya no es excusa alguna para respaldar cada inexpugnable opinión que escriba, al final, siempre retracta tu aparente tibia persistencia.

Tal incomprensible rabieta, ¿qué le deparará en su futuro? Me temo que a la inevitable perdición banal.