5 galanes del Hollywood clásico que redefinieron el estilo masculino

Los hombres de esta nota destacaron no solo por su increíble atractivo físico y calidad actoral, sino porque con su inconfundible estilo ayudaron a definir una estética masculina impecable y alcanzaron con ella el estatus de iconos. Fueron la inspiración de miles de hombres de la época que replicaban su esencia y su particular manera de vestir. Y era la elegancia, el porte y la rebeldía que poseían estos actores lo que los volvió grandes referentes de la moda y las más grandes leyendas de la pantalla hollywoodense. 

 

Marlon Brando 

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Marlon Brando representaba la masculinidad en su estado puro, pues su estilo fue diferente en diferentes épocas. En sus inicios lucía una imagen rebelde: chamarra de cuero, jeans oscuros y una boina marinera. Luego adquirió una mayor connotación sexual tras su actuación en Un tranvía llamado deseo (1951) Su estilo se permeó de la rudeza de su personaje y convirtió la camiseta interior blanca de tirantes en la prenda clave para simbolizar a los hombres más sexys  y masculinos del cine y la televisión de los años posteriores. Al llegar a la edad madura el rostro y la mirada de Brando adquirieron cierta crudeza al igual que su forma de vestir: camisas en colores neutros, cuello alto y blazer formal. Pese a su sonada decadencia, en su época de éxito el actor realizó películas icónicas y controversiales. Tras su muerte, en 2004, el director Francis Ford Coppola dijo que Brando era  “el mejor actor de cine de todos los tiempos y el más rebelde de Hollywood”.

 

Steve McQueen

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Apodado “The King of Cool”, Steve McQueen personificó la elegancia casual, la simplicidad y el minimalismo sofisticado: mucho denim, relojes Rolex, TAG Heuer, gafas Persol y chaquetas y suéteres en colores neutros. Un guardarropa con aires de intrepidez y tenacidad obtenidos por sus dos grandes pasiones: los autos y las carreras. McQueen llegó a considerar ser piloto profesional de autos e incluso compitió en algunas carreras como el Campeonato Británico de Turismos en 1961, y además de autos también piloteó motocicletas y aviones. “No sé si soy un actor que corre o un corredor que actúa”, dijo alguna vez. El actor insistía en hacer sus propias escenas de acción en cine, especialmente si involucraban subirse a un carro o a una motocicleta. Luego de Le Mans (1971), la película que representó su carrera como ninguna otra McQueen, se consolidó como un icono de la pantalla y del asfalto. 

 

James Dean 

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A pesar de una breve carrera de tan solo seis películas y un trágico final, James Dean se ganó el corazón de miles de adolescentes en los años 50 cuando interpretó a Jim Stark en la película Rebelde sin causa (1955) ¿Su look más icónico? Jeans de tiro alto, camiseta blanca, chaqueta roja y unas botas tipo Chelsea de cuero negras. Fuera de la pantalla utilizaba camisetas a rayas, chaquetas, suéteres de punto y las gafas Rayban Wayfarer, las más clásicas. Vestido muy pocas veces con formalidad, James Dean recurría a los looks completo de color negro, con ellos aseguraba la atemporalidad y era su perfecto rostro su más grande atractivo. 

 

Paul Newman

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Los ojos más azules del Hollywood clásico. 9 nominaciones al Oscar y una estatuilla dorada en 1987. Paul Newman fue uno de los más grandes seductores del cine. Empresario y filántropo. Su estilo: trajes de corte perfecto, un reloj famoso y pelo ligeramente descuidado. Siempre elegía trajes que funcionaran con su complexión, usaba un Rolex Daytona y jamás se esforzó demasiado para alcanzar la perfección, ese era su secreto. Newman compartía con Steve McQueen una gran afición por los autos, amaba la pista de carreras y aseguraba que el automovilismo era la única actividad que ejecutaba con gracia. De ahí ese aire particular que solo se obtiene en la pista de carreras. No solo piloteó autos por más de dos décadas, sino que también llegó a ser socio de dos escuderías y dueño de una. ¿Su última película? Cars (2006) en la que dio voz a Doc Hudson, un clásico auto de carreras veterano, dulce ironía. 

 

Cary Grant 

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El actor británico Cary Grant, un hombre sofisticado sinónimo de saber estar y vestir. “Pretendía ser alguien que quería ser y, al final, me convertí en esa persona. O esa persona en mí. O coincidimos en algún punto”, dijo alguna vez. Su traje: ni muy estrecho ni muy amplio. Practicidad, funcionalidad y atemporalidad, sus reglas. Dejando a un lado su exquisito sentido de la moda, era un hombre equilibrado, sin demasiada seguridad para no ser presuntuoso y con muy poca timidez para poder ser tomado en serio. Cary Grant siempre creyó que el dinero no compraba el buen gusto y tenía razón. Siempre afirmó que muchos de sus trajes no le habían costado una gran fortuna y que la mayoría de ellos llevaban con él más de diez años. ¿El hombre mejor vestido del siglo XX? Absolutamente.