Cicatrices, marcas que dejaron un vestigio de dolor y en ocasiones, relacionadas indirectamente con la fortaleza del infligido que las posee, son algunos de los signos que parecen cobrar vida en una tendencia un tanto alarmante.
Durante este año, la estética del rostro golpeado, los dientes fracturados, la sangre o escenas que emulan dolor, han sido una constante, tanto en películas, editoriales de moda, disfraces o simplemente en tableros de Pinterest. Así, esta forma de estilizar con éxito un hecho violento, le da sentido a una realidad convulsa, cambiante y realmente dolorosa desde una perspectiva más artística y creativa, teniendo al fotógrafo Jack Bridgland como su mayor exponente.
Eiza González, Rosalía, Robert Pattinson y Jordan Barrett son solo algunos de los famosos que han posado para diversas campañas o revistas de moda bajo la lente de Bridgland; las cuales son lo suficientemente importantes como para impregnarle a la sociedad, un estilo único de retratar y tratar una fotografía inspirada en signos como la sangre, golpes, lágrimas y raspaduras con toques sexualmente sugerentes y de diversión.
Cinthia Flores de YACONIC, indaga sobre la estética de Bridgland , en la que distingue el estilo grunge, así como el manejo de luces y texturas para lograr efectos de una calidad extraordinaria. “La paleta de colores más común en sus fotografías son azuladas, naranjas, verdosas y amarillentas. Además de implementar ediciones en manchas y ruido; que dé una apariencia de película análoga”.
Su aportación a la narrativa de los personajes que fotografía es importante, pues ha reforzado ideas o conceptos artísticos de los cuales, solo es una extensión. Tal es el caso de Rosalía y Pattinson, cuya editorial causó bastante revuelo. La primera siguió con el hype de su tercer disco Motomami, en la primavera de este año, en donde bajo una estética grunge, tomó sentido todo el styling, mientras que en el caso del actor, jugó con una narrativa inversa a su personaje que interpretó a principios de año: Batman, en donde una estética vampiresa, salvaje con guiños al Guasón, causó revuelo.
Pero toda esta estética, tal vez tenga una explicación contundente si tomamos en serio el lado científico más profundo sobre las cicatrices o rastros de dolor. El sito Europa FM publicó en 2017 un estudio en la revista Personality and Individual Differences, en donde fueron entrevistados, acerca del atractivo de ocho desconocidos del sexo opuesto, un total de 115 mujeres y 76 hombres. La mitad de ellos vieron fotografías originales de esos sujetos, mientras que la otra mitad, las vio con cicatrices manipuladas digitalmente, en diferentes partes del rostro.
De esta forma, observaron que mientras, en el caso de las mujeres, esas cicatrices no aumentaban su atractivo, en el caso de los hombres, se veía incrementado hasta en un 5,7%. Y es que, a pesar de que en la cultura occidental, las cicatrices faciales no forman parte del canon de belleza “habitual”, hay algo en esas marcas que parecen denotar una experiencia o vivencias que nos resultan irresistibles.
En el mismo estudio solo contemplaron parejas heterosexuales, en donde ellas ven a esos “malotes” más atractivos sin plantearse una relación estable, sino más bien a corto plazo. En otra parte de la investigación, al preguntarles si eran capaces de adivinar las causas que provocaron dichas marcas faciales, en el caso de los hombres, la mayoría eran atribuidas a sucesos violentos como peleas, mientras que en el caso de las mujeres, se asociaba más a enfermedades o accidentes.
El club de la pelea, 1999
“Cuando las cicatrices se ven como el resultado de un encuentro violento, esto es visto como un signo de fortaleza o valentía en el hombre. En el caso de los accidentes, esto evidenciaría que su personalidad busca asumir riesgos. De cualquier manera, es una forma de evaluar la masculinidad del hombre”, comenta Robert Burriss, uno de los psicólogos que dirigió el estudio.
Sin duda, hay excepciones y no todo el mundo gusta de cicatrices, pero lo que sí es verdad, es que influyen al provocar reacciones, siempre y cuando recaigan en un hombre, de lo contrario, la lectura podría ser diferente en este mundo patriarcal, donde la violencia sistemática y física recae hacia el género femenino, donde para los hombres parece tener otro significado: fuerza y no delicadeza.

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Por todo esto, la estética de las heridas o cicatrices, debe ser tomada con mucho cuidado, pues roza los límites de la apología a la violencia masculina, vista como un lugar aspiracional o de menos motivacional, perpetuando conductas supremacistas sobre las minorías sociales, pero que al mismo tiempo, son un “fruto prohibido” que seduce dependiendo el enfoque, recordándonos que tenemos impulsos y emociones intensas que en la cotidianidad nos avergonzarían.
Referencias
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