En esta semana, Balenciaga lanzó su colección de tenis “Paris Sneaker” con un estilo muy destressed y sucio, el cual ha dado mucho de qué hablar por su apariencia. Esta no es la primera vez que la marca hace un lanzamiento controversial y mucho menos, es la primera que hace productos de este tipo, pues Gucci, Golden Grosse y hasta Maison Margiela (por mencionar algunas) lo hicieron con anterioridad, pero ¿por qué esta tendencia llamada homeless chic fashion, tan controversial, ha sobrevivido a pesar de los años?
En 2022, las marcas han optado por rediseñar o relanzar artículos inspirados en la tendencia de los 2000, o también llamado el estilo Y2K como: las faldas y pantalones de bota ancha, a la cadera, entre otras piezas; claro, todo con un estilo destressed: rasgado, sucio, mal cortado y decolorado. Prueba de ello, es el set de Miu Miu de minifalda que hemos visto en distintas editoriales, y Balenciaga, marca que lleva la punta de la lanza en el marketing viral de redes sociales, no se pudo quedar atrás.
El lanzamiento del modelo de tenis Paris High Top Full Destroyed, tiene el llamativo logo de Balenciaga Graffiti en la suela, disponible en negro y blanco con precios que ascienden hasta los $14,500 MXN, limitados a 100 piezas a nivel mundial. La particularidad de este par, es que están extremadamente destruidos e inclusive, no tienen talón.
Esta tendencia de ropa, zapatos o accesorios destruidos, tiene origen en un turbio pasado de la tendencia “homeless chic”. Trend que se basa en la indumentaria de los indigentes urbanos, que en varias ocasiones de la historia reciente, tuvieron un extraño movimiento sobre las pasarelas. Pero que también, toma parte del discurso sobre los materiales no renovables de los que el ser humano es responsable.
Un antecedente famoso de esta tendencia, fue la colección de Dior Haute Couture primavera 2000, inspirada en la población sin hogar de Paris, cuando John Galliano era el director creativo de la firma.
La colección estuvo inspirada específicamente en los vagabundos, que Galliano decía observar mientras corría por el Sena. En esa ocasión, John ofreció deconstrucciones en exquisitas prendas de vestir, incluidas algunas que parecían periódicos apilados para calentarse. Para la joyería improvisada, ensartó compilaciones de basura variada, desde utensilios de cocina abollados hasta mini botellas de whisky.
Por otro lado, los años finales de la primera década de 1900, también tuvieron un singular despunte sobre las pasarelas, con marcas como Yves Saint Laurent, Vivianne Westwood y Margiela, misma inspiración que ahora, en 2022, resurge en un contexto de guerra, con la invasión de Rusia a Ucrania; la escasez de recursos naturales, la tendencia Y2K y el consumismo, sin lugar a duda, un planteamiento no tan irreal.
En Milán, para la colección masculina de otoño de 2010, Vivienne Westwood celebró lo “chic sin hogar” inspirada en”el vagabundo errante, cuyo atuendo diario es un equipo de batalla”. Para el desfile, Westwood cubrió la pasarela con cajas de cartón y decoloró el cabello de sus modelos para lograr ese look de alguien que recién se ha despertado de un banco del metro. Las modelos en la pasarela cargaron sacos de dormir, empujaron carritos de compras y uno “salió de su caja de cartón con un saco de dormir, se lo colgó del cuello y se alejó rápidamente.”
Kylie Jenner también usó esta tendencia distressed
En 2014, salió a la venta Chanel’s Art School Backpack, una pieza que destacó por ser incluida en la pasarela de la colección de Primavera de ese año.
Una sociedad más rota que la ropa
Estos artículos, sirven de ejemplo para ilustrar problemas sociales como el “blanqueo” o inclusive la apropiación cultural. Esto da cuenta sobre el papel de la moda, pues más allá de superficialidades, sirve como plataforma política; un espacio de exposición, en la cual, los medios de comunicación, juegan un papel crucial en las distintas percepciones que tiene el mundo sobre estas “inspiraciones” y sus productos. Esto no solo debe tratarse de hacer ver un problema serio como algo chic, sino de mostrar su realidad y hacer consciencia de ello.
Sirva de ejemplo el caso de Slavik, un vagabundo que a principios de la década pasada, tomó relevancia luego de que el fotógrafo Yuko Dyachyshyn lo descubriera en las calles de Ucrania vestido de una forma “fuera de lo común para un vagabundo”. Llegando a romantizar su estilo de vida, limitado su realidad con frases como “solo vive con lo necesario” o “no hace falta mucho dinero para vestir bien.”
Es así, como se ve la vanalización de un problema real y crudo, pues Slavik, en su andar por las calles, encontraba ropa, artículos o lo que fuera necesario para adaptarlo a su cuerpo o las temporadas del clima. Sin embargo, estas piezas no eran solo ropa “normal”. Tenía su propio sentido del estilo. Usó artículos que encontró en refugios o incluso en la basura, y los hizo suyos.
Esta cuestión, fue aprovechada durante dos años, por el fotógrafo Yuko, quien capturó varios de sus “looks” para después, mediante recortes y edición, manipularlos para hacerlos pasar por portadas de las revistas más famosas del mundo, Llamó a su proyecto, “La moda de Slavik”.
Hasta el momento, se desconoce su paradero, pues nunca fue retirado de las calles, aunque su imagen fue aprovechada y lograr ser lo bastante viral para hacerlo.
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