Si nunca han escuchado el nombre John Lobb significa que la marca está haciendo exactamente lo que quiere. Los dos elementos clave del lujo son calidad y exclusividad -con todo lo que sea que venga atado a esos conceptos- y, para John lobb, se trata solamente de eso pero llevado a los extremos más impresionantes. La marca no hace campañas ni tiene un logo muy reconocible o algún monograma, pero eso es parte de su allure.

En 1866, el mismísimo John Lobb comenzó todo de la manera menos ortodoxa que he escuchado: hizo su propio par de botas y luego caminó de algún lugar del norte de Inglaterra a Londres (más de 400 kms, según la leyenda) y trató de comenzar su negocio. “Todo fue muy lento al inicio”, me dice David Berrios, el director de América de la marca que está en la CDMX para el Artisan’s Month de Silver Deer Polanco -ya saben, el lugar dónde buscar y encontrar los artículos de non plus ultra lujo si vives en el área- “pero después hubo un golden rush en Australia, así que John Lobb se va allá y se hace conocido por un tacón que podía esconder oro adentro, así que podías moverte por ahí con oro en tus zapatos sin exponerte…” Y nada más lujoso que eso, le digo a David -él se ríe y continúa con la historia: “John Lobb regresa a Londres, donde es parte de una exhibición que mostraba el trabajo artesanal de la zapatería y otro tipo de oficios y ganó la Royal Warrant (un sello de aprobación por parte del Monarca Británico, el Príncipe de Gales -heredero al trono- o el consorte del Monarca)”. David y yo no somos muy expertos en el tema, pero según los tiempos, asumimos que fue concedida por la Reina Victoria o su hedonista heredero Eduardo VII- y he ahí otro punto de referencia del nivel de lujo para ustedes.

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“Cementamos nuestros pies, por así decirlo, en tradición británica”, expande David, pero como la marca ha estado perfeccionando su trabajo desde la era Victoriana, es bastante obvio que ahora son parte de esa tradición. “Trabajé para muchas compañías zapateras y el esándar siempre ha sido John Lobb, siempre ha sido ¿cómo se compara tu trabajo con el de John Lobb?

Bueno, la respuesta es tan compleja en su ejecución como simple en su lógica: hacer lo mejor con lo mejor. Un ejemplo: cada año la marca produce una línea limitada de productos con un tema o variación sobre lo que ya existe en su catálogo. Este año se fueron al extremo con una línea de zapatos hecha de una sola pieza de cuero, unida por una sola costura. A Karl Lagerfeld le tomó cuatro años perfeccionar ese tipo de técnica en construcción para unas piezas en su colección de Alta Costura o/i 2014 para Chanel. Eso suena a todo un literal rompecabezas para cualquier experto, ¿no?

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David continúa explicando que la razón principal por la que están aquí ahora es para mostrarle a sus consumidores que la marca de verdad se interesa por ellos ofreciéndoles productos con demandas muy específicas. Le pregunto cómo se diferencía el público mexicano del resto y David responde “no es mucho sobre niveles de gustos… ayer tuvimos un cliente que quería un par de zapatos de cocodrilo para una ceremonia, pero al mismo tiempo tenía que ser cauteloso con esa compra porque está en la política y podría dañarlo aparecer en público usando algo tan lujoso como eso”. La discreción es otro factor, entonces. ¿Discreción personalizada? John Lobb la asegura.

Y luego están los temidos millenials. ¿Cómo atiende la marca a esta generación llena de discrepancias como la atención a la sustentabilidad, pero a la vez obsesionados con la individualidad y encima de eso también obsesionados con la logomanía? “Bueno, nuestros clientes están muy bien informados. Somos una marca de tradición, así que quizá nos conozcan por sus padres y también tenemos cosas más casuales que ofrecer”. David habla sobre la línea de tenis con modelos como el relajadísimo Levah o el muy competitivo Porth. “Best sellers”, los señala David con una sonrisa. Silver Deer ofrece el Levah en diferentes colores y son bastante atractivos, pero más importante aún, no pesan nada. Ese tipo de atención invisible es la razón principal que tanto prestigio le ha dado a la marca: la tradición y su continuidad son conceptos imbatibles aunque nos importe darnos cuenta o no. El mejor ejemplo es el de un músico que estuvo en la tienda la noche anterior a nuestra visita que quería ordenar unos zapatos para una próxima entrega de premios. David tuvo que rechazar la orden porque no podían apresurar el producto. “Cuando compras un par de John Lobb’s sabes que los vas a seguir usando en cinco o diez años, así que también toma tiempo hacerlos”. Nada es más preciado que el tiempo, por supuesto, y John Lobb lo sabe mejor que nadie después de 152 años.