Mientras unos vinculan la realidad con sinónimos tales como “austeridad” o “abstinencia”, hay quienes deciden ligarla a lo “absurdo” e incoherente”. La locura extravagante ha sido estimulada por Jonathan Anderson, quien habilidosamente, transforma lo banal en una peculiaridad creativa y bastante exitosa. Su abrumadora mercancía es irracional ante los estándares de la utilidad cotidiana, sin embargo, es oportuna y mañosa, al flecharnos con la insaciable experimentación de lo ordinario.

 

Su colección titulada “ropa irracional”, constata una descabellada fusión de elementos sin ninguna relación alguna, descabelladamente, desplegados en texturas irreverentes, esponjosas y lustrosas. Provocaban una sensación de confort al introducir acolchonados quilted coats, – una alusión enrollada por cobertores – seguida por desproporcionados ultra mega bomber jackets, que delataban sus enmarañados tejidos, ardientes al estar enganchados a unos mini – shorts. ¿Qué si el tamaño importa? Si.

Todo cobra sentido y elocuencia, al insertar un movimiento tácticamente oversize. Son habituales prendas que fácilmente tendrás en polvorientos baúles, su inadmisible volatilidad, las eleva a ser prácticamente simpáticos atractivos por portar. Es su nostálgica familiaridad, que a pesar de su entendible abstracción, dinamice un incompresible romanticismo con aquellos cardigans y below – the – knee dress de lana, que hilaban fachadas coloquiales de apartamentos ingleses. 

Al asistir al festival de música de Barcelona, quedo fascinado y maravillado con las expresiones intrapersonales que fluían en la identidad de los asistentes. “La experimentación con la ropa entre las generaciones más jóvenes es increíble. Quizás la moda se está volviendo menos radical que lo que sucede en las calles”. Solo basta comprobar su deslumbramiento con aquellos desinflados globos – moños, adornando y estrangulando discretas camisas manga largas.

Su juguetona contemporaneidad se recrea con las temperaturas del clima, al continuar desarrollando y remetiendo por arriba de la cintura, hoodies inflables y utility jackets con ondulaciones que en cada esquina, formaban un efecto mariposa. Por debajo, se “tropicalizaba” (muy a su ideal nórdico) con gigantes loafers y botas combat. 

Redefinir el lujo cándidamente, es afectivo y parodia estratégicamente, el término “buen gusto” en su genérica sinergia. Anderson siempre nos dejará con la impresión de “Wow” a la reversión de lo común.

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