La moda se apoya en el futuro desde el momento en que una colección lleva por apellido el año siguiente al actual. Siempre hacia adelante, nunca hacia atrás, y si lo hace, es para reinterpretar con una visión al futuro.
La moda siempre ve al futuro como una necesidad de vanguardia, y esto no es nuevo, pues en distintas etapas de la historia, lo ha interpretado bajo diversas ópticas, desde las más positivas, hasta las más crudas. Por su parte, en el sector masculino de la industria, el futuro se ha hecho presente en distintas ocasiones. Como, por ejemplo:
En enero de 1909, Marinetti publicó en Le Figaro el “Manifiesto futurista”, en el que da a conocer los objetivos del llamado “Movimiento futurista”, donde enuncia el rechazo frontal al pasado, a la tradición y la defensa de un nuevo orden moderno, dominado por la máquina, la velocidad y la ciudad. La publicación de este manifiesto supuso la inauguración de un movimiento que sentaría un precedente para otras vanguardias, como el “Manifiesto surrealista”.
Sentadas estas bases, Giacomo Balla fue el primer futurista que diseñó ropa bajo esta premisa en 1921, aunque seis años antes, ya había abordado dicho tema en el manifiesto que publicó junto a Depero, y que decía: “Noi pensiamo e ci comportiamo come ci vestiamo” (Pensamos y nos comportamos como nos vestimos).
De esta forma, los trajes que diseñó, realizados por su esposa, según sus instrucciones, fueron una ruptura con la moda, derribando los esquemas que se tenían de la prenda masculina por excelencia, ya que lo consideraban un ejemplo de la racionalidad perdida en la indumentaria femenina.
En este sentido, el traje diseñado, transgredía la noción convencional de una chaqueta, pues se eliminaron el cuello y las solapas simétricas, dando paso a que la chaqueta se cerrara con un triángulo grande. Para darle dinamismo al traje, este triángulo, estaba ribeteado con un gran borde blanco que marcaba su contorno; borde que zigzagueaba a lo largo de los pantalones.
Su meta al usar sistemáticamente el corte asimétrico y los colores interpuestos, era lograr un efecto dinámico general, similar al de sus obras en pintura, pues cabe recalcar que Balla, también era pintor y escultor. En su versión futurista, prevalecía lo dinámico, asimétrico, ligero, simple y confortable; lo higiénico, alegre, voluntarioso, ágil, y, sobre todo, lo variable.
Para mayo de 1914, Balla publicó el “Manifiesto futurista” sobre el vestido, “Traje Masculino Futurista”. En su deseo de escapar del enfoque que se daba al vestir, Giacomo quiso abolir por completo el traje de luto; los colores pálidos u oscuros; las telas rayadas, a cuadros o moteadas; la simetría en el corte; la uniformidad en las solapas; los botones inútiles; el cuello desmontable y los puños almidonados.
Luego, los primeros intentos de crear un lenguaje moderno para la ropa en el siglo XX, llegaron en forma de dos grupos: los constructivistas soviéticos y el movimiento futurista italiano. Estos creían que la modernización debía ser total, que lo viejo debía ser reemplazado por lo nuevo. Nuevos edificios, nuevos muebles, nuevo arte y, por supuesto, nueva ropa, ya que con esto, pensaban que crearían un nuevo hombre.
Definitivamente, tal proyecto dejaba entre ver ideales elitistas, mismos que fueron dejados atrás, gracias dos artefactos sumamente populares y exitosos: la TuTa y Varst.
En 1919, el futurista italiano Thayaht deseaba crear una prenda revolucionaria. Que fuera universal, fácil de fabricar y práctico de llevar. La TuTa iba a ser una declaración subversiva y antiburguesa. Estaba conformada de una sola pieza de algodón, siete botones y de corte recto con cinturón sencillo. En pocas palabras, lo que conocemos en la actualidad como overol.
Para la época, esta declaración era muy extravagante y vanguardista, así que, en lugar de ser adoptada por la clase trabajadora, se convirtió en el atuendo de rigor de los mismos burgueses. Los pobres, despreocupados por los sueños de una modernidad mecánica y obsesionada con la velocidad que adoraban los futuristas, continuaron usando sus prendas tradicionales.
Por el lado del constructivismo, Alexander Rodchenko y Vavara Stepanova, estaban involucrados la fotografía, escultura, diseño gráfico y moda. Una de sus incursiones más famosas, en la ropa, fue un mono de lana y cuero para todo uso: el Varst. Bajo la misma ideología de Thayaht, esperaban crear una nueva estética para el nuevo mundo del socialismo. A pesar de su optimismo, y de la amplia influencia de algunos de sus trabajos (diseño gráfico en particular), su vestimenta radical fue demasiado visionaria para un país pobre, compuesto en gran parte, por el campesinado rural.
Más adelante, durante los años de las dos guerras mundiales, la visión a futuro era nula, pues se tenía que vivir el presente y alrededor de dos décadas, se limitó a cumplir con las necesidades del ejército.
En la década de 1950, la fetichización del futuro, en Estados Unidos, alcanzó su punto máximo. La ciencia ficción clásica impregnó la conciencia cultural, pero la ropa siguió siendo, en gran medida, tradicional. El cambio en la moda masculina finalmente llegó a mediados de los años 60, de la mano de dos hombres: el francés Pierre Cardin y el sastre inglés Hardy Amies .
Los diseños Cardin emanaban modernidad, debido a sus formas y construcciones. Sus colecciones presentaban cuellos alzados, cortes asimétricos y telas modernas. Hizo un uso extensivo de cremalleras que, aunque ahora no tienen nada de especial, eran relativamente una innovación en aquel momento. Así, las prendas estaban claramente influenciadas por la arquitectura y el diseño moderno de la época, en donde Cardin, a menudo fotografiaba sus colecciones.
Asimismo, en sus diseños, se cortaron símbolos gráficos de sus túnicas de jersey; las chaquetas de los hombres recibieron charreteras militares. El brillo plateado de las cremalleras asimétricas, los cinturones de acero y las hebillas, llevaron la alta costura a la era espacial. Cardin se convirtió en un científico de la moda y desarrolló su propio material, el “Cardine”, una fibra unida que sujetaría rígidamente sus formas geométricas y experimentando con metales para la producción de vestidos. En años posteriores, Cardin puso su nombre en todo, desde bolígrafos hasta sartenes.
PIERRE CARDIN / Colección “Space”
Otoño/Invierno 1967
Por otro lado, en 1968, cuando Stanley Kubrick necesitaba ropa civil para los habitantes de su estación espacial, en su epopeya de ciencia ficción, recurrió al inglés Hardy Amies. Amies proporcionó looks limpios y tonales que, aunque eran menos radicales que los de Cardin, aún tenían un aire de modernidad. Los diseños de Amies para “2001: A Space Odyssey” eran elegantes y monocromáticos. El vestuario de sus mujeres era más extravagante, y de los hombres, sabiamente conservadora, pero del futuro.
En los 80, Ridley Scott crearía dos películas con un impacto perdurable en nuestras ideas sobre el futuro y su estética: “Alien” de 1979 y “Blade Runner” de 1982. En la primera, el vestuario de la tripulación estaba claramente influenciada por la ropa de los pilotos, con cremallera y pantalones cargo utilitarios. Esta idea de equipo de vuelo, de diseño limpio combinado con zapatillas, reaparecería a menudo como un motivo de moda visionaria del futuro.
Ya para el segundo film; ambientado en un espacio futurista, la ropa y el entorno eran tanto familiares como fantásticos; con formas y siluetas clásicas plasmadas en materiales modernos. Y aunque “Blade Runner” sería un fracaso relativo, en términos comerciales, tendría una gran influencia en las representaciones de nuestro futuro.
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