Hay un estimado de ocho mil millones de seres humanos, que congestionan el tercer planeta del sistema solar. Un lugar al que llamamos “hogar”. Una comunidad que se rinde ante el imponente poder de su estrella. Su resplandor, enciende y unifica nuestro espíritu alrededor del globo – esa mentalidad de cohesión social, ha inspirado a Pharrell Williams a ilustrar la alegoría del gen viajero usada por Louis Vuitton; para reunir a todos los “colores de piel” del mundo, en una alegre, velatoria celebración. Diversas especies de una misma sangre y carne, admirando el fulminante anochecer parisino, en el tejado de la Unesco, percibieron un intercambio de positiva sinergia, que dotaba una mutua libre circulación de ideologías conectadas entre sí.

La interconectividad ha otorgado una neutralidad de género y la refinación del paraíso Western y deportivo, en una unión cultural que provee un ecosistema en el que la vegetación sobrevive gracias a una constante lluvia que riega bienestar, calidez y discernimiento a la indolente aridez que imponen los gobiernos. La vitalidad de esta hospitalaria aura es conciliada por “Triumphus Cosmos”. Un coro vestido de túnicas ligeramente plateadas, reforzaban la cantata que difundia en las airosas e inquietas banderas de los países miembros a esta organización que exhaustivamente busca una consolidación de la paz; tal como la hace Williams de una manera afablemente textil. “La intención aquí es no hacer tanto ruido, sino ser muy intencional en los detalles. Vivimos en una cultura que se acerca y se aleja” – exclamó el cantante.

Con el apremiante revuelo que ha surgido a pocos días del comienzo de los Juegos Olímpicos, las mentes creativas han estado cautivadas por dispensar mayor sensibilidad en temas de inclusión y fomentar una narrativa de paz y amor, en la que se decodifica una singular conservadurismo, predominando una silueta dandy. La prominencia del azul y negro, se debe a los patrones usados para la aerolínea intercontinental, Air Afrique. Su séquito se inspiró en aquel continente, en el que se presume que fue en donde surgió la vida. 

El universo Vuitton vivía en la eterna oscuridad que era reforzada con abrigos de un largo mediano de velvet, blazers cruzados de un solo botón, utility- bomber jackets de piel y cuero, que se alineaban al tono de piel de quien las portaba. Entre un cruce de paradigmas que los hacía verse distinguidos y atractivos con un cristalizado monograma camuflajeado y perlado (únicamente era posible apreciarlo, al inclinar la vista). Y de repente, la luz apareció, centelleando con una ecléctico mix de colores, que persuadió con su aspecto fachero burgués, diluyéndose en tonalidades grises y verdes.

Una diplomacia que expresa políticamente que la raza negra – quienes han perecido una discriminación extremista – son ahora, una supremacía que constata novedad y una atrevida experimentación; revolucionando con una ideológica amplificación que moderniza los sacrilegios del opulento lujo, humanizando aquel concepto.

La complejidad de sus detalles y el intenso proceso artesanal que enriquece progresivamente, una gentileza y humildad que fomenta docilidad competitiva al insatisfecho homo sapiens del siglo XXI.

Bien sûr, le monde est a vous!  

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