¿Cuándo fuel la última vez que te permitiste sentir el dolor? ¡Ni locos! Nadie en su sano juicio quiere atravesar por el mínimo dolor. Desde el dolor que nos provoca el sonido del dentista accionando sus instrumentos, hasta el dolor de un duelo o de una caída intentando aprender bicicleta. Tantos dolores, como singulares en cada ser, pero Cuarón nos plantea el dolor no sólo como un postulado y manifiesto, sino como un vehículo de enseñanza, donde este sentimiento nos hace conscientes, nos empatiza y nos hace crecer individual y socialmente.
Para hablar de dolor, qué mejor que los dentistas, esos seres que, a pesar de la vestimenta blanca, los relacionamos con el color rojo de la sangre, del dolor, de la fatiga; sin saber que tal vez estamos frente a una posibilidad de conocimiento y evolución.
¿Recuerdan la escena de Brad Pitt vaciando lejía sobre la mano a Edward Norton y el discurso tan lúcido que le da sobre el dolor? Pues Cuarón nos lleva no sólo al dolor, sino a una amalgama de personalidades, situaciones sociales actuales como la tecnología y por supuesto, la belleza humana con sus complejidades e incongruencias. Pero sobre todo, que se entienda, que si duele, se debe atender, si duele, no es ahí y que el dolor no es penitencia, es brújula.
Así, platicamos del dolor con Carlos Cuarón , uno de los temas principales en su nueva película Amalgama:
BADHOMBRE (BH): ¿Cómo te sentiste al regresar a dirigir? ¿Te tocó filmar en pandemia?
Carlos Cuarón (CC): ´”Fue un enorme alivio para mí. Me costó tanto trabajo levantar esta película, me quite la piedra del ‘Pípila’ de encima. No filmé de ella, me zafé de ella por poquito; la película la filmamos en noviembre y diciembre del 2019. Cuando nos encerraron en marzo, justo había terminado la edición”.
“La parte importante ya estaba terminada, entonces me metí a la postproducción que pude hacer con todas las dificultades que implica trabajar en la pandemia, pero que es menos complicado hacer una postproducción que filmar por los protocolos de sanidad, nada, no es lo mismo que antes, es más complicado”.
BH: ¿De qué va la historia Amalgama y de dónde nace el contexto de los dentistas? Lo digo porque en Y tu mamá también hay un personaje que interpreta a un dentista ¿Hay algo más en el significado con estos personajes?
CC: “Hay un trauma personal. De niño tuve pésima dentadura y me la pasé mucho con los dentistas. Me salió hacer esta de dentistas porque el tema principal es el dolor, se nos ocurrió en el hecho que uno dice ‘dentista’ y la gente dice ‘auch’, era muy orgánico al tema. Y por el otro lado de la película, había una intención de humanizar a los dentistas, porque siempre en las películas salen como locos desquiciados; ahí tienes a Laurence Olivier en Maratón de la muerte que tortura a Dustin Hoffman; tienes a Steve Martin enloquecido en La casita de los horrores; a Jennifer Aniston como una dentista ninfómana en Horrible Bosses y en general, la imagen del dentista es muy negativa y yo lo que busco es humanizarlos, son seres humanos como tú, como yo, son seres normales.
En la investigación que hice, por ejemplo, aprendí que en los congresos se ‘revientan como ejotes’ porque son seres en contacto con el dolor humano; con nuestro dolor, donde el paciente está en una situación totalmente vulnerable: en una silla recostado con la boca abierta. Entendí que están en un estrés constante.
Hay una estadística en Estados Unidos que dice que la profesión donde hay más suicidios es en odontología. Entonces van a los congresos y más ‘cumplir con sus obligaciones de las ponencias’ y todo lo que tenga que ver, se revientan con singular alegría, como los festivales de cine, sólo que los dentistas son más creativos para reventarse que los cineastas”.
BH: Sigues trabajando con Luis Usabiaga, es el segundo filme en el que trabajan y ustedes construyen los personajes juntos. Así que, sobre los personajes masculinos me llama mucho la atención las actitudes y valores, la deslealtad, la competencia, la mentira que impregnan en ellos. En una época que nos exige mucha responsabilidad de esa identidad hasta histórica ¿cómo le hicieron para construir estos personajes, delimitarlos? ¿Cómo esperas que los lea la audiencia?
CC: “Construimos a los personajes a partir de lo que vivíamos alrededor o mínimamente cercano y de ahí fuimos agarrando el punto de partida, obviamente no todo fue igual. Las problemáticas que vivían cada uno de ellos, si pensamos en lo que estábamos haciendo, eran retratos distintos de la masculinidad, no hay una sola masculinidad en el mundo, hay tantas como hombres hay. Entonces, aquí se ven cinco masculinidades. Todas esas masculinidades son distintas y tiene distintos grados de toxicidad.
Fuimos consientes de eso; de la mismo forma que lo fuimos con la feminidad del personaje de Elena, quien es una mujer actual, independiente, autónoma, que usa su feminidad para manipular al hombre, pero al mismo tiempo es víctima de un macho alfa tóxico. Eso ayudo a diseñar personajes multidimensionales con contradicciones humanas. Era crear personajes perfectamente imperfectos, que quiere decir perfectamente humanos y a través de ello es aspirar el espejo, la identificación”.
BH: Tus personajes toman decisiones importantes y ponen límites, pero me llama la atención que dependen del WiFi ¿Te parece a ti que hoy en día las decisiones más importantes se toman pasando por el Internet?
CC: “Obviamente no todas. Amalgama no sólo pasa por el sentido de las amalgamas con la que nos tapan los dientes. Una amalgama en el ensamble protagónico también es una amalgama temática. Y uno de los temas es el de la dependencia tecnología. Entonces, los personajes se vuelven locos, se vuelven dependientes de la señal para comunicarse con el exterior.
La gran ironía de esto, es que cuando conectamos con el exterior, dejamos de estar en el aquí y en el ahora, estamos con otra persona en otro lugar y nuestra atención esta en ello, pero no en el aquí y en el ahora y como parte de ello hay decisiones que se toman a través de redes sociales; que son instrumentos de la tecnología y nos hemos vuelto dependientes de ello, pero no todas. También hemos abusado de ellas. Por ejemplo, se volvió popular que en la generación milennial, les guste cortar sus relaciones amorosas por ‘mensajito’, en mi generación era sacrilegio ¿cómo carajos vas a hacer eso?”
BH: ¿Cuál sería tu postulado ante el dolor?
CC: “Mi postulado es el mismo que dicen los personajes que van dando su punto de vista y lo verbalizan en pantalla. En el sentido más técnico, el personaje de Miguel Rodarte (Hugo) es intelectual de los dientes, académico; dice que el dolor es un síntoma que hace evidente que hay algo que tratar y eso es el dolor. El dolor del cual huimos y nos volvemos adictos a sustancias para huir de él; nos mueve que puede ser negativo o ser positivo. Sin dolor no sobreviviríamos, porque es el dolor el que nos hace huir del peligro y el dolor también enseña. Aprendemos de lo que nos duele; aprendemos más de las derrotas que de las victorias y las derrotas duelen. Entonces en ese sentido, el dolor es algo muy complejo y como toda en la vida tiene una dualidad, tiene un montón de cosas positivas que nos hacen crecer como personas, como sociedad y especie y tiene otras que son terribles y que son todo lo contrario.
Queriéndolo ver del lado más positivo, nos ha ayudado a evolucionar como especie, el dolor de la bomba atómica nos volvió conscientes de lo que eso implica, en eso nos ha ayudado. El dolor es un vehículo del aprendizaje”.
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