Cuando se piensa, se lee o se menciona la palabra “escote” automáticamente se crea en nuestra mente una silueta femenina, pronunciada y estilizada de acuerdo a nuestros propios ideales de belleza. Desde hace ya cientos de años toda una sociedad de mujeres se despojó de los prejuicios y se atrevió a llevar prendas que dejaban ver parte de sus senos trayendo consigo un sentimiento de amor propio, liberación y sensualidad.
En la actualidad esto no ha cambiado demasiado pero si ha adquirido otras connotaciones propiamente femeninas y ha sido un medio de expresión para la libertad sexual.
En algún momento esto no solo siguió transformándose sino que también fue más allá y logró atravesar completamente una barrera de género. Esta idea se concibió con muchas ataduras a pesar de lo innovador y rebelde que resultaba ser un diseñador como Jean Paul Gaultier en los ochenta quien empujaba esta idea homoerótica en la indumentaria masculina en una pasarela con marineros en camisetas a rayas presumiendo los pectorales.
Más tarde se le sumaron las noventeras campañas de Versace Jeans con hombres increíblemente atractivos llevando desabrochada la mítica camisa barroca. Después, en el 2000, al escote le sucede Gucci bajo el porno-chic de Tom Ford y se solidifica la idea sexy que persiste -hasta ahora- de esa línea dibujada en los pectorales del hombre.
A pesar de esto existe una gran cantidad de mujeres que se oponen, y sostienen que es un error que los hombres se atrevan a desabotonar su camisa con la intención mencionada, ya que para estas mujeres esto causa un efecto contrario asegurando que los hombres pierden sofisticación, atractivo y caen en el llamado “mal gusto”. Esto, cada vez más, parece una situación paralela en cuanto a que también los hombres desaprueban los escotes demasiado reveladores para sus mujeres.
Esta vez, y a pesar de todo, el escote masculino desempeña un papel importante y sobre todo se juega con la idea de hasta donde podrá enseñar el hombre. En los más recientes desfiles hemos visto cómo se consolida como una tendencia y cómo, a pesar de ser una idea un tanto tambaleada, celebridades y diseñadores siguen atreviéndose, y sobre todo, defendiendo la idea sexy que desde un principio debió conservarse.
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