Visible para todos, pero inasible para cualquiera, una mujer que con su imponente belleza cautivó y sedujo al mundo entero; con su talento dramático conquistó al séptimo arte y con su personalidad esquiva y enigmática se convirtió en el mito más grande de Hollywood.

Tan misteriosa era, que pasó más tiempo ocultándose de las cámaras, del que estuvo a cuadro en el cine. Así, se le ha llamado por muchos nombres: La esfinge sueca, La Mona Lisa del siglo XX, La Divina. Pero para empezar a conocerla, para intentar descifrarla, es mejor empezar sólo con dos palabras… Greta Garbo.

Nació el 18 de septiembre de 1905 en Estocolmo Suecia, su nombre real era Greta Lovisa Gustafsson; proveniente de una familia de recursos modestos. En la adolescencia comenzó a interesarse en las artes escénicas, pero aunque su talento le ayudaba a tener un buen desempeño, su personalidad tímida hacía que se alejara de sus compañeros.

GRAND HOTEL, Greta Garbo, 1932

Sus inicios

Tras la muerte de su padre, cuando ella tenía 15 años, comenzó a trabajar en los almacenes PUB (una tienda departamental de Estocolmo), su belleza aún en ciernes llamó la atención de la empresa y decidieron hacerla parte de las modelos del catálogo. Sin que Greta lo imaginara, esto se volvió un escaparate importante y quien pondría sus ojos en ella, sería el director de cine más prestigioso de Suecia, Mauritz Stiller.

El agudo instinto de Stiller le indicó que aquella joven podría convertirse en una gran figura del cine, por lo que pidió conocerla y al verla directamente, por primera vez, pensó: su rostro es un lienzo en blanco sobre el que proyectar cualquier emoción.

Lo primero que hizo este gran director fue cambiarle el apellido a “Garbo”, por sonar más comercial y de esta manera, comenzaba la era de Greta Garbo. Su primera aparición protagónica en una película fue en The Saga of Gosta Berling; su participación en esta cinta llamó la atención de Louis B. Mayer, el hombre más poderoso del séptimo arte en Estados Unidos y dueño de los Estudios MGM, quién decide contratar a Garbo y llevarla a América.

Su llegada a Hollywood

Aunque Garbo ya era conocida en Suecia, tuvo una recepción más que modesta en Nueva York, junto con su descubridor Mauritz Stiller pasaron casi un mes en la Gran Manzana, esperando a que MGM les dijera cuáles serían los planes para la estrella.

Greta era una más del catalogo de talentos del estudio, pero no fue sino hasta que el legendario productor Irving Thalberg vio unas fotos de la actriz, que decidió hacerle unas muestras de pantalla. Así llegó a Hollywood, donde le realizaron un cambio de imagen y la convirtieron en una belleza etérea.

En 1926 protagoniza El Torrente, un drama de cine mudo que puso a la actriz en el mapa del estrellato; fue merecedora de críticas positivas y buenos números en la taquilla. A esas producciones le seguirían: Flesh and the Devil de 1926; Love en 1927, inspirada en Anna Karenina; The Divine Woman de 1928, The Mysterious Lady en 1928, entre otras tantas que la convirtieron en la Diva absoluta del cine mudo y la prensa la nombró “The dream princess of eternity”.

El mito

A la llegada del cine sonoro muchos actores perdieron popularidad, pero Greta n. La inclusión del sonido sólo intensificó su atractivo con su voz grave, profunda y ronca; la primera película en la que habló fue Anna Christie en 1930, la primera frase que el público escuchó de ella fue: “Ponme un whisky, con ginger ale aparte. Y no seas tacaño, querido”.

Así, su éxito no se limitaba sólo a Hollywood, en Europa era toda una sensación que generaba una alta recaudación en taquilla. Pero aún con toda la atención del mundo sobre ella, Greta era una mujer muy reservada, evitaba los grandes tumultos se negaba a firmar autógrafos, apenas asistía a eventos y no le gustaba conceder entrevistas. Jamás entendió la fascinación de la prensa por querer conocer sobre su vida personal, alguna vez dijo a un medio: “Nací, crecí, he vivido como cualquier otra persona. ¿Por qué la gente debe hablar de mí? Todos hacemos las mismas cosas de maneras que son un poco diferentes.”

La llamaba La Divina por su magnetismo, pero también La Esfinge Sueca por lo enigmático de su expresión; entre más se negaba hablar, la obsesión y fascinación por ella crecía. La imagen de diva no le impedía comportarse de manera profesional, llegaba puntual a sus llamados y también de manera exacta abandonaba el set; era reservada con su trato hacia la gente, pero a la vez era implacable e intocable como lo demostró al renegociar su contrato con la MGM, donde se convirtió en la primera mujer en negarse a firmar un papel impuesto por el estudio y lograr doblegar a los ejecutivos más poderosos del cine para ajustar las condiciones a su medida y convertirse en la actriz mejor pagada del momento.

Su imagen en la gran pantalla tenía una luz propia, una expresividad sobrenatural en los planos cortos que hablaban por ella. Consiguió cambiar el paradigma estético de las protagonistas femeninas, influenciando a actrices como: Joan Crawford, Katharine Hepburn o Marlene Dietrich.

Dos películas emblemáticas en su carrera fueron Mata Hari y Grand Hotel, que la consagraron como la mejor actriz de su generación, además esta última que contaba con un elenco multiestelar ganó el Oscar a Mejor Película, dándole la frase con la que se le asociaría para siempre: “Quiero estar sola”.

La divina Garbo fue nominada a cinco premios Oscar en la categoría de Mejor Actriz, pero fue hasta 1955 que se le otorgaría un Oscar Honorario. Además de las nominaciones, premios y éxitos de taquilla, se le recuerda por el primer plano final más famoso de la historia del cine en la película La Reina Cristina, donde el director Robert Mamoulianle le dio la instrucción: “no pienses en nada” y así filmó aquella expresión donde ella se está alejando de su tierra en barco con el viento contra su rostro; por la composición del encuadre y el rostro de Greta se le comparó con la Mona Lisa y con la Esfinge de Gizeh.

Años después volvió a sorprender gratamente a la audiencia con Ninotchka, donde dejaba de lado su imagen melancólica y por primera vez reía en pantalla. A esa cinta le seguiría La Mujer de dos caras, una comedia bien lograda, pero que no agradaría a muchos críticos que se negaban a ver a Garbo con ojos ligeros.

Su exilio

Después de esta película, sin que nadie lo esperara y en completo sigilo como acostumbraba a hacerlo, Greta Garbo abandonó Hollywood; tenía 36 años y había dedicado 16 de ellos a la actuación filmando 28 largometrajes. El desencanto de la industria, el hastío por la conducta de la prensa, sumado al hecho que no le quería mostrar al mundo su declive, fueron parte fundamente para su retiro no anunciado.

La actriz había sabido administrar bien la fortuna que amasó durante sus años en Hollywood e hizo inversiones muy inteligentes que le permitieron vivir en estatus de millonaria toda su vida. Contrario a lo que pudiera parecer, Greta no quería exiliarse del mundo, sólo de la sociedad de Hollywood; disfrutó de sus días paseando en la Riviera Francesa, recorriendo Europa, en las casas de descanso de sus amigos en Suiza y navegando en el yate de Aristóteles Onasis.

Años habían pasado desde que su rostro apareció por última vez en la gran pantalla, pero la fiebre por Garbo no desaparecía; entre más esquiva más atractiva y los paparazzi la seguían por donde fuera, esa la gran maldición de La Divina, la negación a su privacidad.

Conforme su edad avanzaba los viajes disminuían, pero ella paseaba por las calles de Nueva York, la ciudad que la había recibido décadas atrás, hoy era su hogar. Compró un departamento en la calle 52 con vistas al East River; vivía rodeada de obras de arte como cuadros de Renoir o Monet, recorría las grises calles de la urbe con sus emblemáticos abrigos largos y grandes gafas de sol, tantas veces cazada por los fotógrafos sensacionalista que aún a sus 70 años no la dejaban en paz.

Esa figura misteriosa y enigmática dejó de pasearse por las calles y el 15 de abril de 1990 Greta Garbo entró a la eternidad; falleció víctima de una neumonía a los 84 años. Con su partida, sólo se acrecentó el mito y la leyenda de La Divina.

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