Cuando hablamos de presencia de mexicanos en Hollywood, inmediatamente vienen a nuestra cabeza nombres como: Salma Hayek, Tenoch Huerta, Del Toro, Iñarritu o Gael García; pero antes de ellos, mucho antes, incluso del cine sonoro, la meca del séptimo arte fue conquistada por un hombre originario de Durango, su nombre de nacimiento José Ramón Gil Samaniego, pero sería inmortalizado como Ramón Novarro.
Escapando de la revolución
Nació el 4 de febrero de 1899 en la ciudad de Durango, en una familia muy católica, siendo el cuarto de 12 hijos. Sus padres, Mariano y Leonor Gil Samaniego, pertenecían a la clase alta de aquella región. Pero el estallido de la Revolución Mexicana coincide con la enfermedad de su padre, quien debe dejar su profesión de dentista. Estos acontecimientos que merman la condición económica de los Gil Samaniego, viéndose obligados a mudarse primero a Texas y posteriormente a Los Ángeles, California.
Cabe hacer una pausa y decir que Ramón llevaba el cine en sus venas, tenía el gran privilegio de llamar primos a: la gran actriz Andrea Palma, el mítico director Julio Bracho y a la diva Dolores del Rio.
Sus Inicios
Desde su llegada a Los Ángeles se enamoró de la naciente industria del cine (aún no sonoro) y buscaba una oportunidad. Mientras eso sucedía, trabajaba de mesero, era modelo en una escuela de arte, profesor de piano e incluso, cantante de ocasión.
Fue entonces cuando un buen día, la prestigiosa Marion Morgan lo descubre y lo invita a participar en su cuerpo de bailarines.
Su belleza, porte y elegancia llamaron la atención del director Rex Ingram, quién en 1922 estaba en busca de un remplazo para Rodolfo Valentino (el gran latin lover de la época). Ingram apostaba por la imagen de Novarro, pero tenía sus reservas sobre su talento y calidad, ya que el actor solo tenía 23 años. Aún así, decidió darle su voto de confianza y lo contrató para actuar en El prisionero de Zenda en 1922. Su actuación fue tan notable, que eclipsó al protagonista de la cinta, Lewis Stone y ganó rápidamente el reconocimiento de la crítica.
Había entrado por la puerta grande al mundo del cine y la gente comenzaba a conocerlo como Ramón Samaniego, pero con la finalidad de hacer su nombre más comercial y de impacto, aceptó cambiar su nombre a Ramón Novarro.
De manera casi instantánea, Novarro se ganó la imagen de latin lover, pero a diferencia de su rival cinematográfico, el estilo de Ramón era la seducción y no la fuerza; algo que hacía con sus coprotagonistas en los filmes y que había hecho con Hollywood entero.
El gran éxito
En 1923 protagoniza Scaramouche, dirigida por Ingram y producida por la Metro-Goldwyn-Mayer Studios (MGM); este rol le significó su primer papel importante y atrajo más miradas a su carrera.
Aunque su verdadero reto llegaría dos años más tarde con la película Ben-Hur de 1925, pues Novarro no tenía las características físicas para interpretar al personaje y aunque se sometió a un régimen estricto de ejercicio, los maquillistas debieron simular la musculatura. Con todo y este contratiempo, la calidad interpretativa de Ramón, así como su magnetismo a cuadro, le ganaron críticas más que favorables y la cinta se convirtió en la más exitosa para la MGM en su época de cine mudo.
Es importante mencionar que gran parte del furor que se generó alrededor de Ben Hur, no solo fue la gran producción, sino también por el vestuario que Novarro lucía en cada escena.
Tomó clases de canto, lo cual le ayudó a hacer una transición exitosa al cine sonoro, contrario a lo que sucedió con muchos actores exitosos de la época; esto también le sirvió para protagonizar varias películas musicales que abonaron a su cada vez más creciente éxito.
Tras la muerte de su rival fílmico, Rodolfo Valentino, Novarro se convirtió en el máximo latin lover de la época y uno de los actores más reconocidos en Hollwood. Así, para 1931 se consagraría como un éxito de taquilla al estelarizar Mata Hari.
Este largometraje se volvería memorable porque compartió el crédito protagónico con “La Divina”, la actriz más famosa y enigmática del mundo, Greta Garbo. La película cuenta la historia de Margaretha Geertruida Zelle, una bailarina exótica que fue acusada de espionaje. La fotografía de esta producción generaba un aura de misterio sobre los protagonistas, la música y los diálogos fluidos, sumando a las grandes actuaciones, hicieron de Mata Hari uno de los más grandes éxitos cinematográficos de la época.
Novarro también marcaría la historia, al rodar en 1934, la primera escena de acción real del cine, rodada en Technicolor de tres tiras para la película El gato y el violín.
El ocaso de una estrella
En 1935 finaliza su contrato con la MGM, entre muchas cosas, porque se negaba a tener un matrimonio de apariencia; Ramón Novarro toda su carrera mantuvo en secreto su homosexualidad, tema tabú para la época. Su empresa cinematográfica quería “arreglar” su imagen por los crecientes rumores sobre su vida privada, pero Novarro se negó, así quedo relegado a pequeñas películas de serie B y apariciones ocasionales en la televisión estadounidense. Su última actuación en cine fue a lado de Sophia Loren y Anthony Quinn en El Pistolero Cheyenne de 1960.
Ramón fue asesinado ocho años más tarde en su mansión de Los Ángeles por dos hombres que se dedicaban al trabajo sexual.
Sí bien, en sus últimos años no gozó del reconocimiento que tuvo durante la época dorada del cine, es innegable el éxito de este multifacético actor. De esta manera, la huella que dejó en el séptimo arte fue reconocida con una estrella en el paseo de la fama de Hollywood y su legado seguirá vivo en cada uno de los fotogramas de sus películas que pasaron con honores a la historia.
@charliie.urena
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