Internet y las redes sociales se han vuelto un amplio aparador para el análisis de las tendencias sociales y culturales. Durante los últimos años, México se ve rebasado por la violencia hacia las mujeres como producto del machismo, y los feminicidios se han disparado en números alarmantes.
Ante ello, las redes se han inundado con páginas de colectivos feministas que se dedican a comunicar contenidos en lucha contra el machismo, esto ha creado tal efecto en hombres, que han tomado las riendas de su responsabilidad como violentos y asumiéndose como hombres en “rehabilitación”.
Así, grupos y páginas de hombres en deconstrucción se han alzado con información, talleres y reflexiones sobre lo que nos corresponde para frenar nuestras prácticas sexistas, misóginas y violentas. Hasta este punto, todo bien, sin embargo, siendo participe de dichos grupos, he notado una constante entre nosotros. Cuando un hombre llega con dudas u opiniones que rayan en el machismo, rápidamente es atacado por lo mismo. Es verdad, molesta, incomoda y hasta frustra, pero qué caso tiene hacer dichos grupos y círculos, si no asumimos a esos hombres como el reto más grande de nuestra reflexión. Seguimos corrigiendo desde el pedestal del hombre deconstruido, desde la nueva masculinidad, esa que reprueba la violencia y su pedagogía, pero que reproduce y ejerce sobre sus congéneres menos desenvueltos en los temas.
Ver esta publicación en Instagram
Existe una genealogía de la soberbia intelectual, por citar la obra de Enrique Serna, que en vez de ejercer el dicho del conocimiento es poder, dicho poder se ejerce con un carácter de esnobismo y no desde la empatía de aquel hombre que ha sido educado bajo la identidad histórica del machismo. Debemos preguntarnos con urgencia, cómo nos podemos educar a nosotros mismos, dejando de lado la pedagogía violenta de la soberbia, la prepotencia y el escarmiento público de dichos varones. Sí. es verdad que comparto aquel famoso dicho de Bonaventura Durriti que reza: “Al fascismo no se le discute, se le destruye”, sin embargo, habrá que preguntarnos cómo y desde dónde se le destruye. Desde la soberbia o desde la empatía y el reto que conlleva educarnos desde la colectividad y cooperación.
El mansplaining es un concepto acuñado para aquellos hombres que, de manera condescendiente, pero velando su poder, interrumpe y explica a las mujeres sobre un tema específico, incluso, cuando son ellas las víctimas de dichos temas.
El hombre deconstruido ha identificado perfectamente el mansplaining como un acto de machismo, sin embargo, lo ha trasladado a los hombres. El deconstruirse no debe ser un privilegio cultural, sino un círculo que pretende integrar a más hombres desde la invitación a la reflexión, la autocrítica y el conocimiento compartido, de lo contrario, la exposición pública desencadena un rechazo a estos círculos donde se supone que lo que urge es dejar la competencia de la hipermasculinidad, cayendo en las trampas de sentirnos deconstruidos, vanguardistas y diferentes.
PUBLICAR COMENTARIO